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[OPINIÓN] Mariana Alegre: El legado que no es legado
Lo que tenemos son las poco creativas declaraciones del alcalde de Lima, quien piensa que es un buen legado dejarle a la ciudad viaductos elevados con una inversión de 1,300 millones.
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Es una buena noticia que Lima haya sido elegida, nuevamente, sede de los Panamericanos. Los Panamericanos de 2019 han dado sus frutos no solo en los galardones que los deportistas de alto nivel han recibido, sino también en los esfuerzos de los atletas que se han visto potenciados gracias a la disponibilidad de mejor infraestructura para elevar su talento.
Esto representa una gran oportunidad para la ciudad, pues no solo se podrá aprovechar de mejor manera toda la infraestructura deportiva que nos dejó la anterior edición de este evento deportivo, sino que recibiremos un influjo de visitantes y turistas que vendrán a disfrutar de Lima y del Perú. Por ello, ser sede de un evento deportivo de esta magnitud representa una gran noticia para la ciudad anfitriona y sirve para posicionar a la capital como un destino turístico, lo que generaría divisas que son tan relevantes en un contexto de crisis.
Además, las ciudades suelen aprovechar este tipo de eventos —como los mundiales de fútbol o las Olimpiadas— para construir un legado. Es decir, un paquete de inversiones que financiará distintas obras que deben servir para potenciar la infraestructura pública y mejorar los servicios urbanos. Es así que, en este tipo de inversiones se priorizan fuertemente las mejoras en el transporte público, la construcción de parques o espacios públicos de gran alcance; se revitalizan barrios enteros; se mejora la movilidad y el tránsito; y se activan proyectos de interés ciudadano.
En nuestra ciudad, sin embargo, en vez de escuchar hablar de propuestas de esta naturaleza, lo que tenemos son las poco creativas declaraciones del alcalde de Lima, quien piensa que es un buen legado dejarle a la ciudad viaductos elevados con una inversión de 1,300 millones. No solo no se permite salir de un discurso dañino y caduco, sino que anda repitiendo su cantaleta tal y como hizo con los 60 puentes metálicos modulares inventados y de los que no se sabe más.
Lamentablemente, aún mucha gente cree que ese tipo de obras son la solución al caos del tráfico, y no cae en cuenta que solo se perjudicarán más y que, además, de continuar atrapados en el trancón, se perderá mucho dinero ante el deterioro urbano que este tipo de obras significan y esto sin mencionar siquiera las pérdidas económicas que implican.
El mejor legado que cualquier autoridad podría dejar en Lima sería una revolución social basada en la transformación de la experiencia de cómo los limeños y limeñas vivimos nuestra ciudad. Merecemos una ciudad con mejor transporte público, con fluidez vehicular, con veredas y espacios públicos seguros y cómodos para quienes caminan, con redes de ciclovías interconectadas, con la recuperación de barrios y con generar oportunidades de empleo que permitan reducir la pobreza y la desigualdad.
Pero esto no es algo que le interese al alcalde de Lima, y ciertamente eso no es algo que sepa hacer. Lo único que sus absurdas propuestas nos van a dejar es un no legado, un lastre que tendremos que soportar, mientras vivir en Lima se haga cada vez peor.
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