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[OPINIÓN] Mariana Alegre: La infraestructura sí mata
En nuestro país, las políticas públicas han estado principalmente enfocadas en la conducta de los conductores, pasajeros, peatones y ciclistas.
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Esta semana, el Ministerio de Transportes realizó un evento sobre seguridad vial que centraba la discusión en la infraestructura y el rol que esta cumple en la alta tasa de siniestralidad de nuestro país. Después de décadas de promoción y de trabajo para que esta problemática sea visible por parte de muchas organizaciones como Ciudad Nuestra, Cruzada Vial, Lima Cómo Vamos, Transitemos y el departamento de Ingeniería de la PUCP —por citar a nuestros aliados más cercanos—, las autoridades del gobierno nacional finalmente parecen tomárselo en serio.
De acuerdo a la Visión Cero, política de seguridad vial propuesta en Suecia y que ha sido utilizada en muchas ciudades del mundo, se necesitan conductores y usuarios más seguros, vehículos más seguros, mejores normas e infraestructura más segura y que perdone la vida.
En nuestro país, las políticas públicas han estado principalmente enfocadas en la conducta de los conductores, pasajeros, peatones y ciclistas. Por ello, la proliferación de campañas educativas, la obsesión con la imposición de multas y la persecución a ciudadanos que no respetan las normas viales sin ponerse a pensar en qué es lo que genera este mal comportamiento y estas acciones temerarias. Por supuesto, es necesario promover los buenos desplazamientos y también es necesario fiscalizar a los usuarios y conductores, pero el rol de la infraestructura es determinante para poder hacer un cambio positivo y que salve vidas y nos garantice viajes menos estresantes.
Por ello, la regulación de velocidades, la reforma de intersecciones y calles desde un enfoque de ciudades a escala humana en las zonas urbanas junto con la correcta señalización son prácticas absolutamente necesarias. En ese sentido, impulsar las auditorías viales junto con programas de formación de auditores es fundamental para ir mejorando la infraestructura existente y desarrollando una nueva que no provoque fricciones ni genere siniestros.
Y es que las más de cien mil muertes que ocurren en las pistas de nuestro país cada año no tienen por qué ser los efectos colaterales de nuestra vida en sociedad. Por ello, hay que ponerle cara y nombre a esta cifra. Piense usted en esa persona conocida que ha perdido su vida o ha resultado gravemente herida en un siniestro. Piense en ella y diga su nombre en voz alta. Empiezo yo: Cecilia Melgar, atropellada por un camión cuando iba en bicicleta.
Pues así como la velocidad mata, la mala infraestructura y la ausencia de ella también.
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