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De revolución urbana y centros comerciales
“Serán cada vez más las empresas y autoridades que comprendan que no pueden hacer obras sin llevar procesos transparentes”.
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Hace pocos días, el Real Plaza Salaverry anunció a los vecinos un plan de obras que incluía la reubicación de arbustos y la construcción de un tercer carril. Yo no he tenido acceso a la información del proyecto en detalle, por lo que no puedo opinar si es que estas obras son o no necesarias o si iban a mejorar o no el entorno además de facilitar la circulación vehicular que es lo que le preocupa al centro comercial. Por supuesto, mi posición a priori es siempre preservar el espacio público y no perderlo frente al automóvil, pero reconozco que hay ocasiones en que una solución equilibrada e integral pueda implicar ceder también áreas públicas o verdes.
Sin embargo, quiero hacer notar tres elementos importantes ocurridos en este proceso en concreto. El primero es la comunicación. El centro comercial tomó la iniciativa de informar sus planes a la comunidad. Esto es importante, pues es un cambio en la manera cómo se han estado haciendo estos procesos antes: literalmente al caballazo y de madrugada. En segundo lugar, la mención específica de una firma de ingeniería vial reconocida y correcta que –estoy segura– ha analizado todas las opciones para llegar a esta propuesta de remodelación. Esto también cambia las reglas del juego, pues en demasiadas ocasiones los estudios son encargados a “especialistas” poco capacitados, con tendencias desfasadas o peor aún se les pide solo cumplir con el requisito y sus estudios son cuando menos poco inteligentes sino corruptos. Estos dos elementos son para mí ejemplo de cómo el discurso de la ciudad sostenible está calando al punto que las fuerzas de poder (en este caso el centro comercial) decidan tomar el camino correcto para llevar a cabo sus obras. Esta es una buena noticia. Vamos por el buen camino.
De la misma manera, un tercer elemento a evaluar es la rapidez con la cual el centro comercial decidió postergar las obras luego de que los ciudadanos hicieran sentir su malestar por esta propuesta. Las voces fueron escuchadas por autoridades –quienes identificaron los puntos flacos para analizar si la obra iba o no–, por la empresa –quien decide postergar– y por los medios de comunicación y redes sociales –que amplifican la preocupación vecinal y de grupos activistas–.
Seguramente serán cada vez más las empresas y autoridades que comprendan que no pueden hacer obras sin llevar procesos transparentes, técnicos y comunicarlos apropiadamente. Será también momento para que se implementen otras estrategias de llegada e involucramiento a las comunidades y activistas, ya que claramente repartir un volante –que no alcanza a decir todo lo que debe decir–no es suficiente. Las voces que salen de la nueva generación urbana –que se encuentra en vías de consolidación– tienen cada vez más fuerza y esto es extremadamente bueno. Como decía en uno de mis tuits, este resultado en concreto es la revolución urbana que ya está pasando. Esto es maravilloso.
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