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Congreso desbocado
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El Congreso decidió vacar al presidente y echar por tierra la gobernabilidad y el equilibrio de poderes. Se engaña quien piensa que este acto generará un Ejecutivo responsable, que luche contra la corrupción y que respete las normas. Nada de ello. Un Congreso irresponsable, cuestionado y que viola sistemáticamente la Constitución solo puede generar un gobierno con las mismas características. Vienen meses difíciles para el país.
Esta acción ratifica la práctica parlamentaria inconstitucional de abusar de la figura de la vacancia. Queda así configurada como una suerte de cuestión de confianza sobre el presidente que altera el modelo de gobierno y abre la posibilidad de “golpes de Estado parlamentarios” (Eguiguren).
La peligrosa distorsión da forma a una vieja regla acuñada por la política infantil que nos aqueja: no hay gobernabilidad sin mayoría del presidente en el Congreso.
Si bien existe una demanda en trámite en el TC que podría corregir este uso, demandado y demandante son ahora la misma “persona”. Es posible que se intente detener el proceso con un desistimiento. Con el perjuicio futuro de que, en congresos fragmentados, bastará que el presidente tenga o se le abra una investigación para que la situación pueda repetirse.
La vacancia ha eliminado el principal contrapeso político que tenía el Parlamento. Vía declaraciones en medios, observación de leyes y demandas constitucionales, el gobierno de Vizcarra, pese a sus problemas y limitaciones, frenaba a un Congreso desbocado.
En este contexto de concentración de poder por parte del Congreso, el concurso para elegir al nuevo TC deviene en inviable y debe detenerse. Ya se había tornado en irregular. Ahora, con la tentación de ser juez y parte y eliminar el control de sus actos, será un desastre.
Paradoja de la historia. Acción Popular, partido víctima en el periodo 1963-1968, termina convertido en victimario de la gobernabilidad.
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