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Los pesimólogos
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El virus nos pone a prueba, transparentando lo que somos. A estas alturas ya vamos a cumplir un mes encerrados y aún faltan dos largas semanas más de horarios restringidos, toques de queda y el terror constante de ser portadores del virus. Un escenario así de dramático crispa los nervios de cualquiera y más los de quienes ya se encontraban en una situación de precariedad y han sufrido este golpe mucho más fuerte.
Aun así, reconociendo la dificultad que cada uno puede estar enfrentando, hay un grupo que me llama la atención: los que, sin estar en una situación de sobrevivencia, la mayoría de ellos políticos y gente de los medios, informados y con capacidad de reflexión, están dedicando su tiempo a buscar cualquier deficiencia en la gestión estatal de la crisis para lanzar estiércol con ventilador desde sus plataformas, columnas y programas.
Vamos a bautizarlos como los pesimólogos. En estos días los leo y escucho combativos y supuestamente imparciales, criticando las desgracias del Estado, que no logra tomar la cantidad de pruebas necesarias para identificar enfermos y asintomáticos. Pero estos problemas son el resultado de años de deficiencias sobre las que jamás se han pronunciado. ¿Dónde han estado las últimas tres décadas? El abandono de nuestro sistema de salud pública no es del último año.
¿Los servicios de salud tienen graves deficiencias? Sí. ¿El Estado no está preparado para enfrentar el COVID? Sin duda. ¿El gobierno está improvisando? Claro, al igual que todos, salvo que exista un lugar donde aprender cómo enfrentar una pandemia global. ¿La burocracia es lenta? Definitivamente. Todo esto es evidente. Pero hacer referencia a esas falencias sin reconocer que el problema es estructural solo pueden ser ganas de desestabilizar o jalar agua para su propio molino.
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