Antes de la pandemia, uno de los mayores cuellos de botella para el turismo era el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Su capacidad estaba a tope, lo que ponía un techo al crecimiento. Por eso, la inauguración del Jorge Chávez 2.0, con su moderna terminal y flamante segunda pista, era ávidamente esperada por el sector.
Decimos “era”, porque ahora resulta que, cuando comience a funcionar, en poco más de tres meses, se podrán operar menos vuelos por hora que anteriormente.
Mejorar para empeorar parece un contrasentido, pero Corpac lo ha logrado. Mostrando su pésima planificación y abismal incapacidad ejecutiva, no gestionaron la compra de radares y equipos de aproximación. Tampoco capacitaron al personal suficiente para usar los nuevos sistemas. O sea, déficit de sistemas y de gente.
La Dirección General de Aeronáutica también decidió sumar su granito de arena, aplicando a rajatabla una ley de restricción de ruidos nocturnos. Pero, en lugar de enfocarse en los aviones antiguos (que son los ruidosos), limitarán indiscriminadamente viejos y modernos por igual, lo que disminuirá innecesariamente el número de vuelos. Y la cereza del pastel: la actual pista necesita mantenimiento.
Como nadie pensó en hacerlo antes, por ejemplo, durante la pandemia, lo que sucederá es que, tras la inauguración, cerrarán la pista antigua por tres meses. Todos estos desaciertos sumados significarán en 2025 una reducción de 3.2 millones de pasajeros y un impacto económico de US$472 millones.
El vaso ya se rebalsó; solo queda evitar que empeore. Debe definirse sin demora el cronograma del cierre de la actual pista, porque las aerolíneas internacionales tienen un deadline para armar itinerarios de 2025.
Nos arriesgamos a que reasignen sus aviones y perdamos rutas, lo que sería catastrófico. La compra de equipos y capacitación de personal tampoco puede esperar un minuto más. Sin mencionar que los puentes Bailey que darán acceso provisional a la terminal no tienen pase peatonal. ¿Los trabajadores del aeropuerto van a entrar toreando carros? No obstante, hay un clamoroso tema de fondo.
No podemos seguir así. Corpac es una entidad ineficiente; es otro Petroperú. Una entidad manejada por populistas en lugar de profesionales. Es hora de convertirla en empresa público-privada. Porque su incompetencia perjudica no solo a los turistas y al sector turismo; las consecuencias las padecemos todos.
¿O acaso los peruanos no usamos el aeropuerto para visitar familiares o por motivos de estudio, trabajo o salud? El Gobierno, a través del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, debe tomar acción urgente.