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Covid-19 y lactancia: protocolos ilegales
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Desde que se inició la pandemia se denuncia en redes sociales que clínicas u hospitales están aplicando protocolos por los que se impide dar de lactar a mujeres que han dado positivo al COVID-19. Se les impide incluso tener contacto con sus hijos recién nacidos. En medios de comunicación se informa de un caso en el que una madre ha intentado suicidarse al atravesar esa situación. Esta práctica debe parar porque no es legal.
El virus ha impactado la vida de todos y genera nerviosismo porque es algo nuevo que no terminamos de conocer. ¿Como se contagia? ¿Los asintomáticos contagian? ¿Una persona que estuvo infectada y se recuperó queda inmunizada? Y si queda inmunizada, ¿por cuánto tiempo? La ciencia no tiene aún una respuesta clara a estas y muchas otras dudas. Mientras se intenta conocer el virus, la vida continúa obligándonos a tomar medidas que no sabemos si son suficientes o útiles.
Estos protocolos son fruto de esa angustia, pues reflejan una medida extrema ante el temor de lo desconocido. ¿Existe el riesgo de transmitir el virus por medio de la lactancia materna? No habría ningún estudio que lo demuestre.
En un escenario de incertidumbre científica es constitucionalmente válido tomar una medida que restringe una actividad con el objetivo de proteger un derecho. Se le llama principio precautorio y ha sido reconocido en nuestra jurisprudencia. Se podría decir que los protocolos que aplican esta medida intentan evitar el riesgo que podría suponer la transmisión del virus al bebé recién nacido.
Sin embargo, en este caso, el beneficio que implica la actividad que se está restringiendo protege el mismo derecho que se estaría buscando cuidar con la restricción. Es así porque no cabe duda de que la lactancia es beneficiosa para la salud del bebé recién nacido. Sobre eso sí hay certeza científica. Incluso, la lactancia (por la que se transmiten anticuerpos) podría ser beneficiosa también para proteger al bebé recién nacido de este mismo virus. Sobre eso, también hay afirmaciones científicas que lo sostienen. Tanto es así que, en este contexto, la OMS y el Minsa recomiendan continuar siempre con la lactancia con los cuidados debidos.
Por ello, el impedir a una madre infectada dar de lactar a su hijo es una medida extrema y desproporcionada que no debemos aceptar. En un escenario de incertidumbre, no es razonable ni proporcional aplicar esta restricción si con la misma se está limitando también los beneficios que genera la lactancia en el mismo derecho que se busca proteger: la salud del bebé.
Esta práctica debe detenerse y las madres son las únicas que tienen el derecho a tomar la decisión que mejor consideren. Debemos tomar los cuidados necesarios, pero no podemos aceptar medidas extremas que, en este caso, tienen un impacto enorme en una de las actividades que marcan el inicio de la vida, como la lactancia materna y el vínculo de una madre con su bebé.
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