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Optimismo realista
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Aunque no debemos perder el ánimo, sí debemos prepararnos con realismo para lo que viene. Engañarnos solo hará más difícil enfrentar lo que ya parece inevitable: un revolcón económico que sin duda será el más grave de nuestra historia republicana. Quizá la mejor comparación sea la depresión de 1929 o el shock que dejó la Guerra con Chile.
Según la encuesta de Ipsos publicada el domingo, 35% de peruanos han dejado de percibir ingresos y 31% afirma que estos se han reducido considerablemente. En el desagregado por nivel socioeconómico el panorama es peor: el 53% del sector D no está ganando nada. Y la verdad es que esto recién comienza. Vicente Zevallos ha anunciado que las actividades sociales estarán suspendidas indefinidamente, lo que en la práctica quiebra a los negocios que brindan entretenimiento y afecta a toda la cadena productiva vinculada a ese sector. Lo mismo ocurrirá con hoteles, restaurantes y bares, que prácticamente no recibirán gente. Los negocios vinculados a bienes no esenciales sin duda enfrentan un duro futuro. ¿Quién va a comprar una alfombra, o decoración para su casa en una economía paralizada? Son algunos ejemplos para ilustrar la extensión de lo que se viene.
Las empresas y negocios sin duda necesitarán ayuda estatal si van a tener una oportunidad de sobrevivir y la posibilidad de volver a dar trabajo en el futuro. Pero una cosa es rescatar negocios pequeños o medianos que no tienen ni para pagar el alquiler, y una muy distinta hacerlo con una corporación que sigue costeando miles de dólares para sus gerentes y directores y que distribuye millones en utilidades. Si estas piden ayuda será porque ya renunciaron a esas gollerías. En esta nueva realidad, todos saldremos golpeados, pero lo que no puede suceder es que se use dinero público para que unos cuantos no sientan ni una fracción de la tragedia que vive el país".
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