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Democracias agónicas
Me pregunto qué ocurrirá cuando a las ‘democracias occidentales’ les dé un ataque de sinceridad y decidan redefinir la denominación que las califica como tales. Si la libertad de expresión y la división de poderes son divisas ineludibles de la democracia, cómo explicarán la falta de respuesta al asilo forzado al que está sometido el creador de WikiLeaks y la persecución al ex-CIA Snowden, que incluye la destrucción –por parte de agentes de seguridad británicos– de los archivos que el diario The Guardian guardaba del hombre al que EE.UU. persigue con sospechoso ensañamiento.
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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com
Así como la existencia de inmensos monopolios mediáticos –en algunos casos más poderosos que el Estado mismo– que se han adueñado de la libertad de expresión como bien propio y que la utilizan en beneficio de sus propios negocios. También la dramática transformación de muchos parlamentos, especialmente el de EE.UU., en exclusivo lobby donde las grandes corporaciones resuelven –a veces con apuntalamiento militar– sus actuales y futuras inversiones. Cómo hablar de división de poderes cuando uno de ellos, la prensa –no mencionado por Montesquieu, pero vigorosamente actual–, puede coludirse con quien le venga en gana para minar uno de los sustentos básicos de las democracias occidentales. La prensa influye directamente sobre la política o la economía y, con ello, ha ganado nuevas dosis de poder al amparo privilegiado de los otros poderes del Estado. Dicha realidad, en países con instituciones frágiles como en el Perú y otros del mundo emergente, altera el equilibrio indispensable para plasmar una democracia con la que la mayoría de los ciudadanos pueda identificarse. "No hay peor tiranía –decía Montesquieu– que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia".
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