El debate acerca de si es mejor el trabajo presencial o el trabajo remoto está lejos de haber sido zanjado. Si bien muchas compañías en el mundo anunciaron modelos completa o primordialmente remotos después de la pandemia, la tendencia a volver a un modelo cada vez mas presencial empieza a tomar fuerza. Un reciente artículo de The Economist narra como grandes empresas como Amazon, PWC, Goldman Sachs, entre otras, han incrementado sustancialmente el número de días de trabajo presencial puesto que han demostrado que la productividad en oficinas es significativamente mayor.
Por otro lado, una publicación de HBR argumenta que las empresas se equivocan al concentrarse en la importancia del retorno a las oficinas para generar más conexiones entre colegas. Se dice que, en lugar de preocuparse por la presencialidad, las compañías deberían enfocarse en fortalecer las relaciones del colaborador no solo con sus compañeros de trabajo, sino también con su líder, el empleador y el rol.
Es innegable que el trabajo remoto ofrece una serie de ventajas como la comodidad, la posibilidad de lograr mayores momentos de concentración individual, el ahorro de tiempo que se genera por no tener que trasladarse hacia y desde la oficina, entre muchos otros. Pero también es cierto que muchas ventajas del trabajo presencial no pueden reemplazarse ni con la mejor de las tecnologías.
Estar en la oficina con otras personas y otros equipos nos permite resolver problemas sencillos con mayor celeridad. No es necesario agendar una reunión de Zoom o esperar a que alguien nos responda un correo; podemos acercarnos al sitio de la persona con la que queremos hablar y en 3 minutos el tema está listo. Además, probablemente en el camino nos encontremos con al menos 5 personas más con las que aprovechemos para conectar. Las reuniones son sin duda más efectivas en presencial que en virtual, hay algo en el ambiente físico que nos invita a estar más atentos y adicionalmente es posible tener micro interacciones individuales en el marco de una reunión grupal, cosa que no ocurre en las plataformas remotas.
El contacto con los líderes y el aprendizaje son también mucho más ricos en la oficina. Estar ahí nos permite interactuar de forma espontánea con diversos líderes de la organización o aprender de conversaciones que se dan entre otras personas cerca de nosotros. Esto a su vez consolida nuestra conexión con la organización y su cultura. Incluso conectar con nuestro rol es más fácil en un entorno presencial, donde vemos de manera inmediata como nuestro trabajo impacta y se conecta con el de los demás y cómo aporta al propósito de la organización.
Y así, en un mundo donde no puede demostrarse a ciencia cierta que sentarse en casa es mejor que sentarse en la oficina o viceversa, una mejor alternativa parecería ser la opción híbrida con flexibilidad. Este modelo podría ser más potente aún si, en lugar de establecer reglas generales absolutas de días u horas en una u otra modalidad, se permite a los equipos analizar y decidir cuándo asistir a la oficina en función de su tipo de trabajo, responsabilidades y necesidades de coordinación e interacción con el resto de la organización. Este camino, que requiere brindar muchísima autonomía y empoderamiento a los líderes y equipos, podría ser un camino por seguir explorando mientras continuamos rediseñando la forma en que trabajamos.