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Editorial: Dilaciones absurdas
Los resultados de la última encuesta nacional de Ipsos son más que contundentes. El 85% de los entrevistados pone el adelanto de elecciones como prioridad inmediata.
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Los resultados de la última encuesta nacional de Ipsos son más que contundentes. El 85% de los entrevistados pone el adelanto de elecciones como prioridad inmediata.
Sin embargo, ese clamor ciudadano no parece ser escuchado tras las paredes del hemiciclo de la plaza Bolívar, donde los legisladores siguen presentando feroz resistencia a un llamamiento perentorio a nuevas elecciones generales. Su negativa a convocar unos comicios que deberían llevarse a cabo durante el 2023, a más tardar, tiene razones de fondo, todas irresponsables y poco patrióticas, desde luego.
Por un lado, las bancadas de izquierda, que pretenden aprovecharse del pánico y colar el tema de una absurda, costosa Asamblea Constituyente –que a nadie, salvo a ellos y a sus raleados partidarios, le interesa– en el paquete. Por otro, algunos grupos de derecha que, simplemente, alegan necesitar “más tiempo para aprobar reformas”, cuando es grotescamente evidente que su único objetivo es alargar su permanencia en el Congreso.
En el Perú, la urgencia de convocar a nuevas elecciones ya venía desde mucho antes de que Pedro Castillo intentara perpetrar su golpe de Estado. El país, la economía, la seguridad en las calles iban a la deriva, mientras que el liderazgo y la credibilidad de la presidencia y el Congreso de la República se desplomaban semana a semana.
El agravante de las documentadas acusaciones de corrupción que ya acorralaban a Castillo, así como la pérdida de apoyo y alianzas estratégicas en el Parlamento, derivó en su intentona golpista. El estrepitoso fracaso de esa ilícita maniobra, así como su detención para ser investigado por los graves delitos que se le imputan deberían servir para cerrar un infausto capítulo en la historia del Perú. Y qué mejor que completar el cierre de ese episodio que una convocatoria a elecciones generales, a realizarse sin mayores dilaciones.
Los congresistas que se oponen, no obstante, se niegan a honrar su cita con la Historia. Una Asamblea Constituyente es la última de las prioridades para los peruanos, que lo que necesitan ahora es trabajo, oportunidades para sus familias, estabilidad política y económica, que estas retomen la ruta del progreso, y recuperar la confianza en sus gobernantes.
Empeñados en defender sus intereses mezquinos, estos legisladores le están arrebatando hasta esa modesta pero legítima esperanza a la ciudadanía.
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