La temática del CADE Educación 2024 puso el foco en la importancia de una cultura del bienestar en las aulas. Es decir, dar el paso de la educación tradicional de la enseñanza pizarra-carpeta hacia un modelo integral que, además de conocimientos, permita que los estudiantes valoren y desarrollen sus habilidades blandas.
Es decir, aprender a trabajar en equipo, a interrelacionarse entre pares, a formar liderazgos y, en fin, fomentar un entorno de respeto mutuo. La presidenta de este CADE, Fiorella De Ferrari, lo explicó así en una entrevista a Perú21.
“La calidad y el bienestar son un binomio inseparable. No podemos hablar de educación de calidad si en el centro no ponemos el bienestar. Sabemos que las instituciones educativas que cuentan con una cultura sólida de bienestar incrementan el rendimiento académico de sus estudiantes, así como la motivación y compromiso con el aprendizaje”.
Por otro lado, indicó, fomentando el desarrollo de estas habilidades se disminuirían indicadores negativos, como por ejemplo, los de violencia y acoso escolar. Y el entorno de los aprendizajes se convertiría así en un espacio formativo en sí mismo, pues estudiantes y maestros podrían desplegar sus habilidades sociales, intelectuales y adaptativas, que son las que les permiten autogestionar su propio bienestar y contribuir al de otros.
Es sabido que este es un rasgo fundamental de las metodologías comprometidas con una educación moderna acorde con las necesidades del siglo XXI. Pero, si bien es acertada y oportuna la propuesta, no podemos olvidar que la educación pública en el Perú ha sufrido duros reveses durante el ejercicio del actual Congreso y parte del anterior.
No solo con leyes demagógicas –el nombramiento automático de 5,000 docentes jalados en las evaluaciones periódicas de conocimiento, instituidas por la Ley de la Carrera Pública Magisterial– que promueven la mediocridad en el profesorado, sino con todo lo que se ha dado en llamar, no sin razón, la contrarreforma educativa. Un retroceso, justamente, en las normas de convivencia y respeto mutuo en las aulas, atendiendo al llamado de grupos religiosos fundamentalistas, enemigos de la modernidad y la democracia.
En ese contexto, no es de extrañar que los índices de rendimiento escolar se hayan derrumbado otra vez, como lo demuestran las evaluaciones PISA de conocimientos y de competencias en lectura, matemáticas y ciencias. En su última versión, de 2022, el Perú ocupó el último lugar de Sudamérica entre los países de la OCDE.
La educación es todavía una tarea pendiente que no se puede dejar en manos de los políticos.