Las tropelías que se cometen en este Congreso de la República no tienen límite conocido. Su descenso hacia lo más bajo del decoro político parece ser sostenido e interminable.
No hablamos ya de proyectos de ley groseramente favorables al crimen organizado, a la minería ilegal; amistosos con estafas masivas como las de las universidades bamba, los préstamos gota a gota, con las candidaturas de delincuentes prontuariados o sentenciados, o al sinfín de engendros normativos que día a día perpetran desde sus curules.
No. A las leyes lesivas para los intereses del Perú, se suman también inconductas en sus propias oficinas parlamentarias. Abusos contra el personal que contratan, desde asesores hasta portapliegos, que, como sabemos, han llegado incluso a episodios de violación y estupro cometidos por un congresista.
Pero todo indica que la práctica de recortar sueldos —una “costumbre parlamentaria”, como la describió la representante María Cordero defendiéndose de la acusación— se ha hecho consuetudinaria, pues se extiende a casi todas las bancadas.
Y a la docena de casos detectados, al menos en lo que va de este Congreso, surgen nuevas revelaciones sobre esta modalidad delictiva, esta vez en el despacho del congresista José Arriola.
Una exsecretaria de este ha contado con lujo de detalles, en el programa dominical Cuarto Poder, cómo se convirtió en recaudadora del dinero que el legislador sustraía del salario de los indefensos trabajadores de su oficina. Un robo sistemático en regla, es decir, del que ella misma también era víctima.
El modus operandi de los ‘mochasueldos’ ya lo conocemos. Y son delitos, pues; no “donaciones voluntarias”, como alguno pretendió justificarlos en su momento. Por ello, hay denuncias fiscales ahora, ya que inicialmente en el Parlamento se pasaban por agüita tibia, cuales faltas “menores”; las bancadas, cómo no, blindaban a quienes cometían estos latrocinios.
¿Pero quiénes son los ‘mochasueldos’, estos personajes de vergonzoso actuar que pululan en el Parlamento? Un ‘mochasueldos’ es, en realidad, una persona incapaz de generar empleo, de hacer empresa competitiva, de gestionar. Son populistas o socialistas, incapaces de generar riqueza. Viven del Estado y cuando acceden al poder y tienen trabajadores a su cargo, les roban impunemente y con descaro. Como diría el psicólogo social Jorge Yamamoto, se convierten en “extorsionadores del salario de sus colaboradores”.
Depende de los electores cerrarles la puerta en la próxima elección.