La cantidad de bienes que tiene una sociedad es el resultado de la aplicación de distintos modelos económicos que fomentan o penalizan la acumulación de capital, entendida como un proceso que se da a partir de la inversión y la inversión es la contracara del ahorro (excedente monetario o de tiempo). Sin ahorro, no se tendría el excedente para invertir.
Robinson Crusoe dedicó todo su tiempo a pescar para sobrevivir. Finalmente, decidió salar una fracción de lo pescado hasta tener lo suficiente para no pescar por una semana. Utilizó esa semana en construir un bote que lo hizo mucho más eficiente y productivo. Este es un ejemplo de cómo el ahorro financia la creación de un bien de capital.
En el mundo real, el ahorro de una persona sirve (vía el sistema bancario) para financiar la necesidad de inversión de otra. Lo mismo ocurre con los países: cuando el ahorro interno es insuficiente, está la inversión extranjera. Por eso, es tan importante ser un país serio, estable, con grado de inversión, con normas amigables y que no discrimine la inversión foránea.
Las sociedades que no ahorran terminan destruyendo el ahorro interno, primero, y saturando su capacidad de endeudamiento, después. Ahí vienen las crisis, como la que atraviesa Bolivia o la decadencia argentina, que, debido a su renuencia a vivir dentro de los márgenes de sus ingresos, destruyó el ahorro interno, agotó su capacidad de endeudamiento y prolongó una lenta agonía vía el impuesto inflacionario.
El Perú entendió la importancia de la inversión privada. En 1990, éramos un país quebrado, la recaudación fiscal era de apenas el 4% del PBI. Volver a convocar la inversión privada fue una tarea muy difícil en un país que venía de aplicar la política del perro muerto. Se dieron incentivos como la depreciación acelerada de activos, beneficios tributarios a la reinversión, contratos de estabilidad tributaria, contratos ley, regímenes laborales especiales, entre otros.
Hace 10 años que la inversión privada en el Perú no crece. La causa de esta situación es el caos político en que vivimos. La gran inversión nacional y extranjera cuenta con mecanismos de protección y promoción; sin embargo, ello no ocurre con la pequeña inversión, la que requieren hacer las empresas de entre 10 y 20 trabajadores (principales generadoras de empleo) que deben convivir con un entorno normativo, laboral y tributario hostil (lo que explica que sean informales en un 80%). Para ellos, el Estado ha sido parte del problema y, pocas veces, parte de la solución.
Es central, para que el crecimiento económico del Perú sea inclusivo y sostenible, que el país ofrezca un entorno seguro, serio, predecible y normativamente amigable también a inversión requerida por las micro y pequeñas empresas. Esto parte, obligatoriamente, por contar con un régimen tributario y normativo especial, que fomente la inversión y crecimiento de estos empresarios, emprendedores emergentes, que son y -reitero- quienes más empleo generan.
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