Entre los paros nacionales y los asesinatos diarios, Rafael López Aliaga atacó nuevamente a nuestra capital. Esta vez las víctimas fueron niños y niñas pequeños que estaban jugando en los juegos infantiles mientras las aplanadoras y bulldozers avanzaban hacia ellos y esperaban que se marchen para destruirlo todo. Sus risas, voces y gritos juguetones ya no se escucharán más por ahí. En la ciudad en la que está prohibido ser feliz, decidieron demoler las áreas verdes y espacios públicos —ubicados en el distrito de Surco— que eran fuente de esparcimiento, recreación, deporte, diversión y salud. La burda y absurda manera en que el Municipio Metropolitano decidió destruir la naturaleza y el equipamiento público no tiene cómo justificarse y quedará para siempre como un vergonzoso ejemplo de lo que no debe hacerse en una ciudad.
La razón para la destrucción tiene que ver con la ampliación de la Vía Expresa Sur, un proyecto que lleva décadas paralizado y para el cual se habían reservado muchos terrenos. No quiero entrar a comentar si esta obra es beneficiosa para la ciudad o no, ni tampoco a cuestionar si el trazo es el apropiado o si podría pensarse en un diseño vial más integral y beneficioso para la ciudad en general ya que al respecto hay todo tipo de opiniones, sino a entender la naturaleza de este ataque a los espacios públicos de la ciudad. Entre los terrenos reservados para la ampliación hay invasiones por parte de privados (vivienda y comercio) que deben pasar por un proceso de desalojo, hay propiedad privada que debe ser comprada o expropiada y hay espacios que no fueron invadidos pero se mantuvieron como terrales y pampones generando inseguridad y deterioro urbano. Estos terrenos fueron, poco a poco, puestos en valor por la Municipalidad de Surco —a sabiendas que eran terrenos que luego iban a ser usados para la ampliación—. De hecho, el alcalde de Surco —al igual que muchos de los vecinos surcanos— no se oponen a la ampliación de la Vía Expresa sino a preservar estos espacios hasta que realmente se inicie la obra de construcción.
Se han destruido áreas verdes y zonas de uso público para un proyecto que no tiene fecha de inicio, no tiene expediente técnico y que se basa en información desactualizada pues se propuso originalmente hace cincuenta años. No era necesario destruir estos espacios que ahora volverán a ser los terrales sucios y peligrosos que eran antes y se mantendrán así por mucho tiempo, perjudicando a la ciudadanía y dañando el ambiente. El alcalde López Aliaga se consagra como el asesino de parques y estoy segura que en esa fe que él dice profesar con tanto fervor, esto que ha hecho es un pecado.
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