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El año de los “buenos canallas”
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Hace unos días, el escritor español Javier Cercas escribió en El País sobre “los canallas de las buenas causas”, aquellos que se benefician personalmente de su papel de luchadores contra “la Mafia” y otras perversidades, al punto de convertir en malas las causas más nobles. Cercas se refiere así a las inconsistencias de los paladines de causas justas –como los derechos humanos o la igualdad entre hombres y mujeres–, quienes, guiados por objetivos subalternos, las terminan desvirtuando.
Nuestro país parece ser el reino de estos “buenos canallas” que tan acertadamente describe Cercas. Y 2019 puede consagrarse como su año “oficial”. Comencemos por lo que se ha convertido en el emblema del establishment de lo políticamente correcto: la lucha anticorrupción. Un asunto demasiado importante –ha señalado Michael Reid, observador internacional de The Economist– como para hacerlo mal. Mas, lamentablemente, la canallada se ha impuesto a la justicia y ha privilegiado el juicio mediático por sobre el debido proceso judicial. El moralismo populista –de diestra y siniestra– ha desestimado –con alevosía y ventaja– el derecho a la presunción de inocencia. La filtración de audios “de inteligencia” y de documentos judiciales “reservados” han transpirado más politización que intención de informar. Así, la prisión preventiva –un recurso jurídico, un “medio” instrumental– parece haberse convertido en “El fin” de la administración de justicia, predispuesta al aplauso circunstancial y de espaldas al juicio histórico.
El balance, lógicamente, es lastimero. Aquellos sentenciados por la justicia mediática retornan a sus hogares sin juzgamientos al concluir el aprisionamiento arbitrario. Al día de hoy, en el affaire Lava Jato, solo se registra una acusación formal (contra la dupla Humala-Heredia) y ningún caso ha avanzado a su etapa de juicio oral. La justicia se ha convertido en un reality, en un Master-Judge (de jueces y fiscales) guiado por el rating, no por la Constitución.
Nuestros “buenos canallas” pulsan duramente por su interés personal, confundiéndolo con el bien público. Aprovechan sus fueros para contender ostentosamente y urdir patrañas desde su efímera ubicación en el poder. Este año 2019 nos nacieron demasiados canallas bondadosos, en nombre de: la democracia, la reforma política, la reforma de justicia, la libertad de prensa y otras noblezas. Nuestros “buenos canallas”… míseras almas de la política pasajera, de la consultoría reciclada y del periodismo mermelero. Bienvenido, 2020.
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