En 1886, el mundo seguía descubriendo, inventando, produciendo y consumiendo a un ritmo vertiginoso. En ese contexto, la cocaína emergió como la respuesta de la ciencia al antiguo problema del dolor: fue el primer anestésico local y, además, generaba efectos psicoactivos que capturaban la curiosidad humana. Cientos de estudios en revistas científicas y miles de artículos en los medios acompañaron su rápida adopción, mientras la cocaína se movía entre el combate contra el dolor y la lucha contra el aburrimiento, siguiendo el camino que han recorrido muchas drogas al entrar en contacto con una cultura inexperta en su uso.
Primero, son recibidas con entusiasmo médico o incluso metafísico. Luego, se convierten en amenazas epidémicas y hasta geopolíticas, alimentan economías clandestinas, inspiran series, novelas y películas, y finalmente desaparecen de la escena pública, hundiéndose en la oscuridad… hasta que son redescubiertas y el ciclo comienza de nuevo.
¿Será posible romper este círculo con la inteligencia artificial generando moléculas personalizadas a un ritmo cada vez mayor? ¿Una “asertivina” para la próxima reunión importante, tal vez? Es posible.
Pero hay algo claro: a medida que una sustancia se populariza en el mundo científico y su uso se extiende para tratar malestares físicos o emocionales, nuestra percepción de ella cambia, dependiendo de quién la consuma.
Todo comienza con figuras célebres como Sigmund Freud o Karl Koller (a quien Freud apodaba Coca Koller). Se aplica en pacientes como alternativa al cloroformo, se celebra como el umbral de una nueva era en la medicina. Su precio asciende hasta el equivalente actual de 130 dólares por gramo. Sale de los quirófanos y se introduce como descongestionante nasal; incluso la prensa recomienda su uso para las náuseas del embarazo, el dolor de muelas y, por supuesto, la debilidad nerviosa. Si, además, es adoptada por ricos y famosos —incluyendo personajes ficticios como Sherlock Holmes—, su aura de sofisticación se consolida. ¿Le gustaría un tatuaje estilo belle époque? No olvide incluir en su equipo un frasquito de cocaína para inyectar y evitar el dolor.
Sin embargo, el uso masivo y acrítico de cualquier sustancia casi siempre deja tras de sí una estela de angustia y dolor para una porción no desdeñable de usuarios. La adicción y sus terribles consecuencias se hacen presentes. Watson lucha contra el hábito que degrada a Holmes. La cocaína deja de ser el condimento de los ilustrados y afortunados, y desciende a los bajos fondos, poniendo en peligro la integridad física y moral del tejido social. Lo que una vez fue una panacea, pronto es regulada por leyes, y finalmente prohibida.
A principios de la década de los setenta del siglo pasado, la cocaína volvió al centro del escenario, recorriendo el mismo camino y terminando de la misma manera: eclipsada por nuevas sustancias químicas que hoy son las protagonistas.