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El COVID-19 como síntoma global
Alberto de Belaunde: "Estos días, tras las primeras vacunaciones contra el COVID-19 en algunos países, la atención está puesta en cuándo llegará el fin de la pandemia".
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Estos días, tras las primeras vacunaciones contra el COVID-19 en algunos países, la atención está puesta en cuándo llegará el fin de la pandemia.
Si bien es algo que todos esperamos y anhelamos, es también importante que no dejemos de discutir e investigar sobre las condiciones que propiciaron su aparición. Es la única forma de prevenir similares o peores crisis.
La comunidad científica considera en consenso que el COVID-19 es un virus de origen zoonótico. Es decir, que fue transmitido desde un animal a un ser humano. Y que esto sucedió en un llamado “mercado húmedo”, un sitio donde todo tipo de fauna salvaje es comercializada y aglomerada en condiciones insalubres.
Esto no es un dato menor, sino más bien la evidencia de un problema muy grande: el avance del ser humano sobre el medio ambiente y sus ecosistemas nos está poniendo en cada vez mayor riesgo.
Es fundamental entender que el COVID-19 no es un caso aislado. El 75% de las enfermedades infecciosas del ser humano son también de origen animal, según un reporte sobre enfermedades zoonóticas del Programa de Ambiente de las Naciones Unidas. Además, este informe evidencia que entre las causas más importantes se encuentran la deforestación, el aumento no sostenible de la agricultura, la intensidad de la producción de carne animal y el cambio climático.
Es decir, no son los procesos extraordinarios de depredación los que están causando esto, sino los cotidianos. Los que conforman el modo de vida altamente insostenible que hemos desarrollado como humanidad.
Esto ya se viene entendiendo a nivel internacional y es la razón por la que se han impulsado iniciativas que buscan frenar una catástrofe. El Acuerdo de París, firmado en 2016, es uno de los más importantes. Sin embargo, su éxito dependerá de una implementación efectiva por parte de los países.
El Perú se comprometió a reducir el 40% de sus emisiones de gases de efecto invernadero estimadas para 2030. Esta meta, ambiciosa pero urgente, solo va a ser posible si se atiende una de las amenazas más graves a nuestros ecosistemas: la deforestación.
Lamentablemente, por demasiado tiempo, la deforestación ha sido el camino utilizado para impulsar industrias como la agricultura o la minería, sin las mínimas precauciones o análisis de consecuencias. Hoy, en promedio se deforestan 150 mil hectáreas cada año. Y esto es, además, responsable de casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro país.
Por eso, en relación con este punto, es necesario que el Perú tome medidas importantes. En primer lugar, se debe plantear el establecimiento de un impuesto a las emisiones de carbono de todas las industrias. Esto no solo generaría mayor conciencia en el sector privado sobre su huella de carbono, sino que, además, serviría para financiar una verdadera política ambiental.
En segundo lugar, es necesario establecer y desarrollar un gran plan de recuperación y conservación de los bosques que involucre y atraiga al sector privado, en alianza con las comunidades y los gestores de las áreas forestales. El manejo sostenible de los bosques puede ser, además, un gran eje de generación de empleo.
Es crítico que, desde el Estado y la sociedad, decidamos migrar de las respuestas inmediatistas a verdaderos compromisos de largo plazo, que aseguren nuestro bienestar y el del planeta. Debemos impulsar un nuevo paradigma de consumo y de producción, que tenga a la conservación medioambiental no como una carga, sino como un objetivo. Un verdadero motor de desarrollo económico y competitividad.
El COVID-19 es un grave síntoma de alcance global de un problema que no es nuevo, que ya conocemos y cuyas causas entendemos: la relación irresponsable que tenemos con el mundo no da para más.
Debemos invertir en cambiar las nociones estructurales que están ocasionando el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y pandemias. Y entender, como ya lo ha hecho la comunidad científica, que la salud es una sola: la nuestra es inseparable de la salud de los ecosistemas en los que vivimos.
El tiempo se está acabando y los síntomas serán cada vez más graves.
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