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El espejo de Europa
“El cataclismo electoral llegará si la gente, en su desesperación, vota por un redentor que ofrece milagros que no existen y un paraíso al que no sabrá cómo llegar”.
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Europa es un tesoro, dijo Agenor al verla recién nacida. Europa es un tesoro, se decía Zeus años después, transformado en un hermoso toro blanco, cuando se la llevaba al galope para hacerla suya y luego reina de Creta, para regalarle la constelación Tauro con doce estrellas brillantes, las mismas doce que las tribus de Israel, las mismas doce que coronan a María Auxiliadora y las mismas doce que tiene la bandera de la Unión Europea. “Europa es un tesoro” es el estribillo que recitan los pequeños el 9 de mayo, en recuerdo de aquel día de 1950 en el que, tras las barbaries de las dos guerras mundiales, seis países empezaron a construir un primer mercado común para el carbón y el acero, claves para la industria de entonces. La apuesta era acercar el comercio para alejar la guerra. Después de tanto sufrir, la economía y la ética juntas funcionaron. Con el tiempo se incorporaron más Estados hasta llegar a los 27 que la integran; se amplió el mercado común; se desarrollaron las libertades de tránsito de personas, de movimientos de capitales, de traslado de mercaderías y de intercambio de servicios. Tienen el euro como moneda común y un banco central; un gobierno con Parlamento, Ejecutivo y tribunales de justicia; y les faltó poco para tener una constitución. Europa es un tesoro, repitió Ursula von der Leyden cuando asumió la presidencia en 2019. Su reelección depende del Parlamento que se elija esta semana.
Habrá que mirarnos en el espejo de esas elecciones, para ver qué sale. A diferencia nuestra y de España, el centro existe. La izquierda (20.5%) y la derecha (25%) se han unido a la centroderecha (14.5%) para armar gobierno con una respetable mayoría (60%). Para asuntos calificados cuentan con la centroizquierda (10%), con la que superan los dos tercios (70%). Los extremos de izquierda y de derecha no aparecen. Sin embargo, llegan nuevas crisis. El cambio climático ha afectado a la agricultura y los Estados no pueden proteger la producción nacional sin violar las libertades del mercado común, los agricultores reclaman. La migración por pobrezas transfronterizas ha inundado el mercado laboral con gente dispuesta a trabajar por menos y los Estados no pueden frenarla sin parecer xenófobos, los trabajadores reclaman. La guerra ha regresado al continente y la Unión Europa está enredada, proveyendo armas a Ucrania, pero, dependiendo del gas de Rusia, más gasto público, energía más cara, los ciudadanos reclaman. La paz y la prosperidad económica favorecieron gobiernos de centro. Ahora, con tanta protesta el panorama puede cambiar. La extrema derecha pinta fuerte, se ha desprendido de los radicalismos neonazis y propone políticas proteccionistas a favor de los agricultores y antimigratorias a favor de los trabajadores. El lema que no se dice: si no tienes cómo pagar la factura, ¿para qué quieres tanta libertad? Con más inteligencia, la extrema derecha ha tenido éxito en Italia con Georgia Meloni y quieren exportar ese modelo a toda la Unión Europea. Si logra un aluvión de votos, puede ser una fuerza política con capacidad para vetar iniciativas legislativas y clave para armar gobierno. Si esto ocurre, ¿se desintegra el centro? ¿Se margina a la izquierda? ¿Se relajan las regulaciones comunes que garantizaban la libertad general?
Nosotros tenemos nuestras propias crisis. La pobreza y el crimen avanzan, incrementar empleo y recuperar seguridad ciudadana son las políticas urgentes (Carolina Trivelli). No obstante, a diferencia de Europa, no las estamos discutiendo. Seguimos distraídos en la timba electoral, en la que los nombres no superan el 1.5%, solo Keiko llega a 4.5%, muestra de que se espera algo distinto. El cataclismo electoral llegará si la gente, en su desesperación, vota por un redentor que ofrece milagros que no existen y un paraíso al que no sabrá cómo llegar. La desgracia no serán las amenazas que dice para contentar a las tribunas, sino que, en su improvisación, siga destruyendo sociedad y economía. Pasó con Pedro Castillo, puede volver a pasar. Cuando las expectativas se frustren, será más populista y saldrá el dictador que lleva dentro. Queda muy poco tiempo para hacer un pacto nacional, explicar esas políticas urgentes y convencer, pese a las desesperanzas que son muchas.
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