Mientras el ministro del Interior se dedica a elucubrar conspiraciones y al parecer lo hace intencionalmente, en contra de la Diviac y ahora de la Fiscalía y la labor que realiza el Ministerio Público para perseguir el delito, la semana pasada el crimen organizado dio un nuevo zarpazo, asesinando a dos dirigentes reconocidos del gremio de construcción civil; mostrando con ello su incapacidad para liderar el sector y enfrentar con éxito a la delincuencia organizada.
El gobierno sigue sin rumbo, al garete, más en un tema tan sensible que la ciudadanía demanda atención, porque considera que es uno de los problemas principales que tiene el país con la inseguridad ciudadana. Si se han dedicado a debilitar la labor de la Policía Nacional con la desactivación de la Diviac y las restricciones presupuestales para que realicen su trabajo con eficiencia, menos se le puede pedir que desarrolle políticas públicas en el sector, para mejorar la acción policial.
Además, si el ministro Santiváñez prefiere polemizar con la Fiscalía y pide a los congresistas que intervengan, para que sea declarada en emergencia al Ministerio Público, evidentemente muestra que este personaje tiene otros intereses en contra de la Fiscalía —será porque investigan al gobierno—, cuando su rol es de fortalecer el trabajo conjunto entre las dos instituciones.
Pero qué se podía esperar, si los antecedentes de Santiváñez es haber sido asesor legal de delincuentes y hasta de malos policías, sentenciados por delitos graves, entonces no genera ninguna credibilidad con los antecedentes que tiene y sus acciones; se deduciría entonces que el ministro tendría otros intereses subrepticios y probablemente fue puesto en el cargo para hacer este trabajo sucio.
El país al revés, a los buenos policías, como Hervey Colchado, los quieren dar de baja, a la mala, con procedimientos sumarios, solo por haber cumplido su deber en una diligencia judicial, como es el allanamiento de la casa de la presidenta, ordenada por un juez y dirigida por un fiscal a cargo; la policía solo se limitaba a cumplir las órdenes de los titulares del sistema de justicia.
Por eso, más allá de la anecdótica canción infantil de la presidenta Boluarte, trae a colación la rima del gato Ron Ron, con el corrupto Cerrón; porque justamente a este ministro que solo se vanagloria se le ha escapado innumerables veces, el prófugo y delincuente Cerrón, al parecer con una sospechosa complacencia, que debería investigarse.