Después de más de 100 días sin declarar a la prensa se supone que la presidenta Dina Boluarte reapareció para dar un balance de gestión (diciembre 2023-octubre 2024), pero al final no brindó nada sino que más bien toda su performance mostró que el poder obnubila y desconecta de la realidad. En el debate público ha resultado pésimo que aparezca con gestos de fingida autoridad “dando reprimendas” a los periodistas para intentar convencer de que pese a su impopularidad es una mandataria con carácter firme.
En su aparición se pueden identificar algunos aspectos que nos advierten que no habrá solución a la crisis de seguridad que reclaman protestantes, ni a los cuestionamientos que, en general, hace la ciudadanía. Su balance más bien reflejó y dejó en evidencia que la presidenta tiene una insólita desconexión de la realidad, que tiene aversión por la labor de prensa, y que no tiene escrúpulos en usar políticamente la xenofobia.
El extravío a causa del poder la ha llevado a presumir una excesiva autoconfianza en su gobierno al que cree infalible; y la desconexión de la realidad le impide identificar los problemas y, en consecuencia, abordar soluciones. Se trata de una mandataria que habla de un país paralelo en el que cualquier crítica es ser anarquista, y que se niega a ver la realidad cuando dice que no cree en la desaprobación que reportan las encuestadoras, ya que todo va bien y su única prueba para concluir ello es “el cariño con el que son recibidos cuando viajan”.
Boluarte no quiere asumir su responsabilidad por el desborde de la criminalidad señalando que la delincuencia no es de ahorita, y en su incapacidad para controlarla intenta culpar a la migración, fomentando el rechazo y odio hacia los extranjeros con frases como esta: “Los vamos a botar de nuestra patria”. Es irresponsable y antidemocrático atribuir los problemas de seguridad ciudadana de todo un país a una nacionalidad. Ya es bastante lamentable ser xenófobo, pero un nivel peor es usar la xenofobia para intentar redituar políticamente a partir de ella.
Por otro lado, aceptar solo una pregunta por medio, y escribir los nombres de cada periodista a modo de un registro amenazante son actitudes hostiles contra la prensa. Sus siguientes expresiones evidencian un desprecio por la labor periodística y la libertad de expresión: “Escoge cuál de tus preguntas te respondo porque es una pregunta por medio”; “Si haces la pregunta tienes que estar concentrado, no distraído, discúlpame”; “Tu pregunta invade el espacio personal familiar”; “No estoy debatiendo contigo, Salvador (periodista)”. Los peruanos no debemos tolerar este maltrato a los periodistas y hay que señalarlo, sobre todo si el Índice Chapultepec 2024, que mide la libertad de expresión y de prensa, reporta un grave retroceso en el Perú, cayendo del puesto doce al dieciséis y entrando a la categoría alta restricción, ubicándolo en el grupo de los 7 países peor evaluados. Según este reporte, en este deterioro el Poder Ejecutivo fue el que tuvo la influencia más desfavorable.
Otro recurso lamentable que usó la presidenta fue cuando dijo: “Quizás no me conozcas, un poquito más, Jorge (periodista), pero esta presidenta no saber mentir; siempre dice la verdad”. Esto con relación a que niega encubrir a su otrora aliado político y hoy prófugo de la justicia Vladimir Cerrón, nada más que con su palabra, sin aclarar los hechos. Una prueba7 más de su desconexión de la realidad y de lo que es una democracia y un Estado de derecho, porque los presidentes son los que más están sometidos al escrutinio público, a la investigación de la prensa y no, no basta su palabra, tiene que demostrar con hechos, y los hechos que más bien apreciamos los ciudadanos son su renuencia a responder este caso, su falta de empatía con las protestantes, su desconexión con los problemas de los ciudadanos, su negativa a asumir su responsabilidad y su maltrato a los extranjeros y a la prensa.