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El precio de la mediocridad
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Arequipa atraviesa por una emergencia sanitaria que ha ocasionado más de setecientos muertos desde que se inició la pandemia. Sin embargo, peor que una pandemia es tener autoridades indolentes e improvisadas, cuya gestión no se ve reflejada en logros, sino en escándalos.
El gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres Llica, ha ignorado las críticas por su pésima gestión durante la pandemia; incluso la Corte Superior de Justicia de Arequipa lo multó por no haber implementado el protocolo de atención de pacientes COVID. Sin embargo, el domingo todo el país constató que, como mencionó la ministra Mazzetti, las cosas en Arequipa no están bien. Y así lo demostraron los médicos del Hospital Honorio Delgado, que recibieron con una protesta al presidente Vizcarra, manifestando que los enfermos están muriendo en la calle; que solo hay dos duchas de agua fría en el hospital; que a muchos de ellos no se les paga desde hace meses y que no tienen la indumentaria de protección adecuada. Y todo ello mientras que, según el MEF, al 14 de julio, el gobierno regional de Arequipa solo ha ejecutado el 40.8% del presupuesto que se destinó para enfrentar la pandemia. Es decir, en Arequipa no falta dinero, sobra ineptitud. Además, la Contraloría advirtió que las obras de ampliación del hospital Honorio Delgado, también a cargo del gobierno regional, y que costarán S/7.2 millones, no cumplirían con lo indicado en el expediente técnico.
El Ejecutivo deberá tomar medidas drásticas para revertir la incapacidad e improvisación de Cáceres Llica, pero lo que sucede en Arequipa también debe de servir de ejemplo para todo el país, para que los ciudadanos entiendan que la elección de una autoridad regional o municipal no debe ser tomada con menos seriedad que la elección del presidente de la República.
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