En un nuevo arrebato verbal, la presidente de la República ha llegado al absurdo de clasificar las justificadas críticas que se le hace a su pésimo gobierno desde la prensa y los diversos analistas como “terrorismo de imagen”.
Vale la pena citar la alocución en su totalidad para que el lector tenga una idea del modo en que la mandataria distorsiona hechos y conceptos: “No somos un gobierno, un Estado y un país fallido, somos un país resiliente, luchador, trabajador, que tiene un horizonte de progreso, de crecimiento y desarrollo integral. (…) Tenemos que luchar contra un nuevo mal, una nueva amenaza en el mundo, la guerra de las mentiras, los fake news, las noticias falsas creadas con el fin de hacer terrorismo de imagen, un viejo método que aplicaron los totalitarios con su lema: miente, miente que algo queda”.
A este paso, Dina Boluarte va a ser recordada, más por las “obras” que dice hacer, por las interjecciones y frases destempladas que emite como defensa cada vez que oye una crítica, un silbido o un reclamo. “Tu mamá”, “no necesito tus lágrimas”, son parte ya de un insólito acervo presidencial al que ahora suma el que motiva estas líneas.
Llamar “terrorismo de imagen” a los cuestionamientos que recibe su administración es además de desproporcionado, irrespetuoso en un país como el Perú. Como bien ha apuntado el exministro del Interior, Carlos Basombrío, no solo es una banalización del término después del sufrimiento que le causó a los peruanos el terrorismo sanguinario en los 80 y 90, sino que su uso, en este caso preciso, es “grotesco e imperdonable”.
La referencia al totalitarismo tampoco deja de llamar la atención, considerando que ella misma llegó a Palacio como parte de una plataforma de organizaciones afines a gobiernos, justamente, autocráticos, dictatoriales, donde las críticas son silenciadas a sangre y fuego.
Esta cruda manifestación de algo que asépticamente podría llamarse disonancia cognitiva no es nueva en la presidenta. Ya son muchos los observadores que hablan del divorcio que mantiene con la realidad, y por ello entendemos el registro puntual de cifras de mortandad, resultados económicos, criminalidad, encuestas de aprobación y hasta el silvestre barómetro de la calle, pues allí donde se presenta públicamente nunca faltan las pifias o las protestas a viva voz.
La señora tendría que entender que lo que ya está dando terror es, más bien, su mandato, cada vez menos conectado con las necesidades de los peruanos.
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