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Elecciones escabrosas

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Fecha Actualización
En la política estadounidense (por regla general) los presidentes posteriores a la SGM que disfrutan de tasas de desempleo bajas y de un robusto crecimiento económico suelen ganar su campaña de reelección.
Si esta tradición se mantiene, Trump será reelecto nuevamente y podrá arreciar su discurso y políticas antiglobalizadoras y, si la nueva distribución del Congreso de los EE.UU. le es favorable en el 2020, lo más probables es que trace un plan de acción más agresivo para cumplir con sus promesas de campaña.
¿La economía lo es todo? ¿Son sus rivales demócratas poco carismáticos? ¿Juegan en esta campaña otros factores determinantes? Puede que esta vez las cifras económicas no lo sean todo.
El establishment demócrata ha coronado al ex vicepresidente Joe Biden como su principal apuesta para derrotar a Trump. Biden, político veterano y varias veces contendor a la presidencia, consolidó su reputación de moderado al convertirse en el vicepresidente de Obama entre el 2008 y el 2016.
En su mayoría, los electores a las primarias demócratas ven en Biden estabilidad y un regreso al status quo, a la normalidad. Pero un sector importante de los EE.UU. cree que lo “normal” ya no es más una opción, que aquello quedó atrás y que ha llegado el momento de una reforma profunda de las magnitudes del New Deal de Roosevelt.
La elección de Trump fue una llamada de atención, un samaqueo contra la incapacidad de las élites políticas de reaccionar ante los cambios que afectan a muchos americanos (educación, salud, calidad de vida). No por algo durante las elecciones del 2016 el candidato socialista Bernie Sanders, según varias encuestas, rendía mejor que Hillary Clinton contra Trump en la segunda vuelta.
Biden trae poca novedad a la mesa y su popularidad puede que en los meses venideros se vea mellada por figuras ascendentes como Sanders o Warren que ofrecen políticas atrevidas e interesantes. Lo que queda claro es que el Partido Demócrata deja de ser con los años el partido de los trabajadores, lo que los obligará a cambiar de estrategia en aras a ganar la Casa Blanca en el 2020.
Los Estados industriales, es decir, los Rust Belt States (Ohio, Michigan, Iowa, Wisconsin, Indiana, etc.) localizados en el noreste de los EE.UU. y que por décadas fueron canteras de votos demócratas, son cada vez más proclives a respaldar a candidatos republicanos por sus posiciones en defensa de la clase trabajadora. Es más, Trump ganó en la mayoría de esos territorios.
Los bastiones demócratas encuentran un común denominador: residen en Estados muy ricos y más dependientes de los rendimientos del capital que de la mano de obra como Nueva York, California y Seattle, Estados localizados en las costas este y oeste. Sus financistas más notorios además, son grandes directivos de la S&P 500 y celebridades de Hollywood que poco conocen los calvarios de la clase media.
Pero si algo puede verdaderamente dirimir las próximas elecciones y la estabilidad política, son los cambios tectónicos en la demografía americana y en la inmigración interna. La decadencia de los Estados del norte ha impelido a grandes masas de población a trasladarse al sur, a los Estados conocidos como los Sun Belt States (Arizona, Tejas, Colorado, Florida, etc.) por su buen clima, boyantes economías y bajos impuestos.
Estos Estados son considerados baluartes para los republicanos. Cada diez años se efectúa un censo poblacional que determina el número de representantes congresales que tendrá cada Estado y aunque el censo de este año no afectara las elecciones del 2020, si repercutirá sobre las elecciones congresales del 2021 y 2022.
Según estimaciones del Wall Street Journal, los Estados del Sur ganarían uno y algunos hasta dos sitios, mientras que los Estados “demócratas” perderían representantes; California perdería uno por la primera vez en su historia. Estos cambios serán calves para lubricar las propuestas que Trump querrá cumplir de ser reelecto, tareas que no ha podido culminar debido a la oposición demócrata en el Congreso.
Por otro lado está el cambio en la composición de los votantes. Estudios demográficos prevén una reducción de la población blanca trabajadora – la más importante para Trump- en un 2.3% para estas elecciones, lo que podría darles ventaja a los demócratas en Estados calves y asegurarles victorias.
Esto obligará a Trump a convencer al filón cada vez más creciente de población latina y afroamericana y por supuesto, conseguir que más votantes blancos salgan a votar por él estas elecciones.
Aún queda mucho para la segunda vuelta y lo más interesante por ahora es ver quien será ungido por las bases demócratas para luchar contra Trump que, con un impeachment todavía en curso y un conflicto en Medio Oriente, aún sigue arrasando en las encuestas.
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