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Saber elegir
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John McCain fue varias veces casi presidente de los EE.UU. Murió la semana que pasó. En su testamento pidió que Donald Trump no fuese a su funeral y que, en cambio, hablaran los hombres que le ganaron las elecciones: George Bush y Barack Obama.
Bush recordaría que, en campaña contra Obama en 2008, McCain la suspendió para apoyarlo en el rescate de bancos. Bien para la economía, mal para las encuestas. Obama recodaría que McCain consumió el final de su campaña defendiéndolo de ataques racistas. McCain pudo dejar que Bush y Obama se desgastaran. Pero no hizo cálculos, defendió a sus rivales, prefirió su responsabilidad y sus principios. Perdió las elecciones. En 1967, su avión bombardero fue derribado en Hanoi. Estuvo mal herido mucho tiempo y prisionero más de cinco años. Su padre era almirante cuatro estrellas, comandante de operaciones navales e influyente en el presidente Nixon, pero nunca intercedió por el hijo. Los vietnamitas querían liberarlo como propaganda de guerra, pero McCain se negó, exigiendo que primero liberaran a los prisioneros antiguos. En casa lo esperaban su esposa y tres hijos. La versión de Trump: no es un héroe de guerra, solo fue capturado.
Con los días contados por el cáncer, salió del hospital para defender en el Congreso la política de salud de Obama, junto a sus adversarios demócratas, reclamando a sus partidarios republicanos la solidaridad con los más pobres. Supo ser más grande que la política mezquina.
Fue elegido senador por Arizona en seis periodos consecutivos. Cuando aquí, como solución a nuestros males, se pide que los congresistas no sean reelectos, pienso en McCain, en la falta que nos hace gente como él. Pienso que los tenemos, solo que no sabemos elegirlos.
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