En la búsqueda de una sociedad justa y respetuosa, así como de una convivencia sana como comunidad, es crucial reconocer que el cambio no solo depende de las autoridades, sino también de la responsabilidad ciudadana. Según datos recientes de un estudio de Ipsos, los peruanos no estamos contribuyendo a ello. Es preocupante observar cómo diversas acciones negativas se han normalizado en la vida cotidiana. Un alto porcentaje de peruanos admite prácticas como arrojar basura en la calle (70%), cruzarse la luz roja (61%) y estacionarse en lugares prohibidos (58%). Estas conductas, si bien pueden parecer menores, reflejan una falta de respeto por las normas y una carencia de conciencia cívica que afecta el bienestar colectivo.
La “cultura del vivo” y la percepción de impunidad son factores que agravan el problema, erosionando la confianza en las instituciones y fomentando la informalidad. La idea de sacar ventaja personal sin considerar las repercusiones es un comportamiento que debe ser erradicado. Asimismo, la falta de aplicación efectiva de la ley refuerza esta percepción de que las normas están para ser eludidas. Es imperativo que las autoridades tomen medidas más estrictas y consistentes para disuadir estas actitudes.
Sin embargo, no todo el peso recae en la educación o en la ley. Cada ciudadano tiene el poder de influir positivamente en su entorno. Acciones como respetar las señales de tráfico, recoger las heces de las mascotas, y hacer fila pacientemente, pueden parecer triviales, pero son fundamentales para construir un entorno más ordenado y respetuoso.
El impacto de las acciones negativas en la comunidad es complejo. Un entorno descuidado puede disuadir a las personas de visitar ciertas zonas, perjudicando a los negocios locales y reduciendo las oportunidades de consumo. Además, estas prácticas y el uso indebido de servicios aumentan los costos operativos para las empresas, lo que se traduce en precios más altos para los consumidores. Esto refleja una necesidad urgente de fomentar una conciencia cívica que vaya más allá del conocimiento de las normas, estimulando un sentido de responsabilidad hacia la comunidad. Las marcas y empresas tienen la oportunidad de impulsar un cambio positivo a través de la responsabilidad social, promoviendo prácticas sostenibles y campañas educativas que fomenten el respeto por las normas cívicas.
El futuro de nuestro país depende de un esfuerzo conjunto. Como ciudadanos y consumidores, tenemos la capacidad de influir en el mercado y en la sociedad a través de nuestras elecciones diarias. Al optar por marcas y servicios que demuestran un compromiso genuino con el bienestar colectivo, enviamos un mensaje claro sobre el tipo de entorno que deseamos para nuestro presente y, más importante aún, para las generaciones venideras. El cambio empieza por casa, y la clave está en asumir nuestra cuota de responsabilidad para construir un mejor país.