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Enero, mes de Jano, el de dos caras, una para atrás y otra para adelante
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Bueno, el año no viene tan distinto. Las camas UCI escasean. Hay un rebrote serio. Regresan las cuarentenas selectivas. Los toques de queda serán más rigurosos. Se evalúa una nueva encerrona. ¿Qué hicimos mal? Regresemos al principio. Metidos en casa, el planeta prosperaba. El aire, los mares y los animales volvían a tener un espacio en el mundo y nos parecía espectacular. A las 8 p.m., a la ventana a aplaudir a los médicos, enfermeras, bomberos y a los que recogen basura. Apoyábamos a la Policía y al Ejército, compartíamos comida con ellos y lo posteábamos en redes porque nos daban orgullo. Aprendimos a vivir online, clases virtuales, misas por Facebook, trabajo a distancia y, sin tocarnos, nos quisimos mejor por Zoom. De esta nos salvamos todos juntos, decíamos con fe.
Pero lo fuimos dejando, porque tanto esfuerzo parecía inútil. Igual la gente se moría o se quedaba sin empleo. Hasta que, sin tanto mérito, el virus amenguó. Regresamos a la normalidad. Había que recuperar la economía. Vivimos de los ahorros fiscales convertidos en subsidios y, cuando hizo falta, pedimos prestado. Pudo ser peor, pero la disciplina fiscal ayudó. Parecía que la economía volvería a su nivel en 2021. Y pudo ser verdad. Pero el Congreso lo malogró. En lugar de recuperar las reservas fiscales, impuso más gasto (devolvió aportes de jubilación ONP y estabilizó contratos de empleados públicos CAS), debilitó la economía (devolución de aportes de jubilación AFP), controló precios (tasas de interés) y fijó salarios que solo pueden ser pactados por las partes (bono agrario de 30% de la remuneración mínima). Por unos votos fabricó expectativas que no podía cumplir. Al final, la calle se agitó y la protesta dejó de ser pacífica.
Mirando bien, lo peor del año no fue el virus sino dejar de creer en un futuro para todos. Recuperar esa disciplina nos puede salvar de las crisis que nos agobian: sanitaria, económica y política. Sé que, con tanto malandrín dando vueltas, es casi imposible. Pero siempre hay un José Barsallo, que siguió vendiendo oxígeno sin especular, para inspirarnos. Pero no basta ser buen ciudadano. También hay que exigir que los demás lo sean y denunciar a los agresores: el político que estafa con promesas imposibles, el que apedrea a la policía, el que bloquea carreteras, el que voltea ambulancias, el que incendia tractores, el que contrata informal, el que no paga impuestos, el que se burla de los protocolos de sanidad. Sin excepciones. Dar ejemplo y exigir sanciones. Eso hará que este año sea mejor para todos.
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