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La fuerza de los hábitos
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Se dice que la educación es asunto de hábitos. Parte del éxito reside en deshacerse de conductas contraproducentes y adquirir aquellas que son positivas. Uno de los libros de autoayuda más vendidos se refiere a siete maneras en que hacen las cosas personas eficaces.
¿Por qué razón las personas no pueden dejar de hacer cosas —flojear, comer golosinas, revisar las redes sociales cada minuto— que no tienen resultados valiosos y que dejan un agudo sentimiento de culpa?
Una idea original es no mirar nuestros malos hábitos como si fueran independientes unos de otros. A ver, comencemos a comer sano. Pero si no hacemos ejercicio y seguimos abusando del licor, la comida chatarra regresará tarde o temprano.
Es bueno analizar el conjunto de patrones que les restan propósito y utilidad a nuestras vidas pero llenan un vacío. Cada quien tiene los suyos: trabajar 12 horas seguidas, pasar por alto las señales de nuestro organismo, mirar permanentemente por el ojo de la cerradura —¿habrá una información en una página de Internet o aplicación que cambiará mi vida?—, no poner límites a los pedidos que uno se compromete a honrar, dejar de lado la oportunidad de aprender algo nuevo, preferir siempre la posición horizontal, dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.
Y luego, focalizarse en hacer cambios al conjunto, con objetivos que uno puede medir después de un tiempo definido, incluyendo el impacto que las nuevas conductas tienen en las personas que nos rodean. No es comer sano para bajar de peso, sino alimentarse de una manera que permita, junto con dormir lo suficiente, leer un buen libro, hacer un chequeo médico y priorizar logros, tener una vida más productiva en lo personal y colectivo.
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