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MI vida o LA vida
“¿De qué sirve el GPS si los nombres de los lugares, su misma existencia, así como la de caminos y rutas, dejan de ser relevantes?”
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Hasta hace no mucho los jóvenes se preguntaban ¿cómo será mi vida? Dentro de un contexto que dejaba lugar a proyecciones a más o menos largo plazo, tenía mucho sentido plantearse esa interrogante.
¿Cuál de las múltiples recetas que ofrecen los gurús del éxito personal, especialistas de la marca individual, genios del mundo corporativo, o los que ya la hicieron y ahora gozan los beneficios de haber vendido su unicornio, cuál de todas las fórmulas aplicar?
La crisis financiera de 2008 y el pánico pandémico de 2020 fueron clarinadas de alerta, pero su aparente superación pareció ser motivo suficiente para el optimismo. Destinos conocidos. Prepararse con dedicación y elegir bien el camino. Con algo de suerte…
Ya no: sobre el fondo de una parálisis de los mecanismos internacionales y nacionales de resolución de conflictos políticos y económicos, el tsunami de la inteligencia artificial y los tambores de guerra que hacen de la fuerza un argumento mucho más decisivo que la razón, se insinúa otro tipo de pregunta.
Un joven interlocutor me dijo: “¿De qué sirve el GPS si los nombres de los lugares, su misma existencia, así como la de caminos y rutas, dejan de ser relevantes?”. Concluyó: “La pregunta no es cómo va a ser mi vida, sino cómo va a ser la vida”.
Y eso lo cambia todo: ¿qué es formación superior, sirve para algo, qué es el trabajo, qué es el hogar, qué es una carrera, qué es un país, qué significa ser padre, cuál es el sentido de la ciudadanía, a qué y a dónde pertenezco?
Por cierto no la mayoría, pero muchos jóvenes y no tan jóvenes —no solamente los naturalmente rebeldes o con vocación por la filosofía— han dejado de asumir que deben escoger el mejor de todos los caminos que conducen a Roma, para preguntarse: ¿existe Roma?
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