Si creen que las últimas e infaustas elecciones presidenciales fueron atomizadas, pues espérense a las que vienen, las cuales pueden traer hasta tres veces más partidos. Dada esa balcanización demente, lo más probable es que ocurra lo de siempre para la segunda vuelta: el fujimorismo (que muy probablemente retendrá su “piso” electoral de alrededor del 10%) contra el enano que pase del pelotón, que puede ser Antauro, otro Pedro Castillo o el Pato Donald. Urge, pues, tomar algunas medidas cuerdas para evitar repetir escenarios trágicos.
Ya existen algunas propuestas interesantes para debatir:
1) Que no pasen los dos candidatos que resultaron punteros a la segunda vuelta, sino los tres o cuatro que quedaron primeros. Así, De Soto y Porky hubieran también corrido en el repechaje pasado. Cualquiera de ellos le ganaba a Keiko y al hijo de Chota en el ballotage.
2) Que se rebaje la valla electoral en las alianzas electorales para estimular a que se constituyan muchas de estas antes de que muchos “partidos” terminen yendo en solitario. Hoy, más bien, se penaliza absurdamente a las alianzas (6% mínimo de votos para que cada partido integrante pueda seguir existiendo después) sobre los competidores individuales y por eso nadie quiere correr riesgos y acabar sin inscripción.
3) Que un solo candidato presidencial pueda ir acompañado de varias listas congresales. Así, cada lista partidaria no deja de tener una “locomotora” presidencial (ya se ha constatado más de una vez que una lista congresal queda muy debilitada si no presenta candidato presidencial) y se evita que no se terminen constituyendo alianzas por los eternos pleitos al dilucidar quiénes de cada partido ocuparán determinados puestos y en qué cantidad cuando solo existe una lista única. O que se busque a cualquiera como candidato presidencial para tan solo cumplir con ese requisito (como pasó con Pedro Castillo).
Ya sé que cada propuesta de estas tiene sus defectos y que el fujimorismo se opondrá, pero algo hay que hacer.
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