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Luis Davelouis: La terruca sale
“Me doy cuenta, entonces, de que el mayor daño que nos hizo el miserable y asesino de Guzmán fue lograr que muchos de sus enemigos no sientan ningún respeto por la ley”.
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El lunes, Maritza Garrido Lecca (MGL), la guardiana de Abimael Guzmán, sale libre a engrosar el número de condenados por terrorismo que cumplieron su condena. ¿Fueron justas, suficientes y proporcionales? ¿Estábamos preparados para castigar tal nivel de violencia? ¿Era correcto confiar en el sistema penitenciario y su capacidad de reforma y reinserción? No hablamos de esto.
Tampoco si las condiciones que permitieron que un terrorista asesino como Guzmán tuviera tantos seguidores y simpatizantes hasta hoy. Ni siquiera para no volver a vivir aterrorizados.
Hasta hace poco los creíamos derrotados y nos dejó de importar. Quisimos creer que la amenaza se había terminado porque el perro estaba muerto.
Hoy vuelve el miedo porque MGL regresa a vivir en Miraflores. ¿Por qué miedo? No tiene superpoderes y ya el Perú que la vio ir presa no existe. Pero tenemos miedo y exigimos que alguien haga algo. Ojo, MGL cumplió su condena completa y sin beneficio alguno.
Hoy vuelve el miedo porque MGL regresa a vivir en Miraflores. ¿Por qué miedo? No tiene superpoderes y ya el Perú que la vio ir presa no existe. Pero tenemos miedo y exigimos que alguien haga algo. Ojo, MGL cumplió su condena completa y sin beneficio alguno.
La aspiración terrorista era destruir la sociedad y sus instituciones, el Estado de derecho, los fallos judiciales, la voluntad popular expresada en el voto, los derechos humanos. Algunos sugieren que el Estado le ponga un vigilante, otros que ignore sus leyes y la deje presa otros 25 años. Otros piden que la maten. Me doy cuenta, entonces, de que el mayor daño que nos hizo el miserable y asesino de Guzmán fue lograr que muchos de sus enemigos no sientan ningún respeto por la ley ni por las instituciones cuando les son “inconvenientes”. Esa ley e instituciones que sostienen la sociedad que Guzmán consideraba inconveniente y que intentó destruir matando a casi 70 mil personas. Puede leerse quijotesco, pero la altura moral se trata de eso: de no convertirse en el monstruo que se combate. Y eso también quería Abimael: que todos fuéramos como él.
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