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Venganza y justicia
“Nuestro apasionamiento nos domina y condiciona nuestra percepción. Por eso, también, el encargado de administrar justicia es el Estado y nadie puede hacer ‘justicia’ por mano propia”.
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“La verdadera medida de un hombre se encuentra en cómo trata a quien no puede hacerle ningún bien”, decía Samuel Johnson (1709-1784).
¿Aspiramos a la justicia o a la revancha? ¿Vindicación o venganza? Lo segundo puede ser legítimo y hasta natural, pero preferir una u otra –o que nos dé igual– tiene consecuencias e impactos bastante diferentes en la sociedad y en la forma en la que vivimos. La venganza casi siempre entraña violencia, ¿y no que estamos hartos de la violencia? ¿O solo estamos hartos cuando se ejerce contra nosotros?
La civilización y el Estado se organizaron frente a la injusticia de la manera en que lo hicieron porque entendimos, desde el principio, que nuestra perspectiva sobre nosotros y lo que nos rodea y afecta es –por lo general– de bajísima calidad. Nuestro apasionamiento nos domina y condiciona nuestra percepción. Por eso, también, el encargado de administrar justicia es el Estado y nadie puede hacer “justicia” por mano propia.
La “justicia” por mano propia se llama venganza y, dependiendo de la naturaleza del hecho, también se puede llamar delito. Me parece que nadie quiere una sociedad llena de Panchos Pistolas que se creen con derecho a hacer justicia para sí. El Quijote es un cuento y Batman es fascista (aunque lo amemos).
El que vengarse sea “rico” hace más grave el problema: en este estudio (https://goo.gl/e4CyUy) de David S. Chester y Nathan DeWall encontraron que la respuesta agresiva o incluso violenta a una provocación activaba los mismos centros de placer y recompensa del cerebro, como algunas drogas y el azúcar.
Johnson decía, también, que “aquel que hace una bestia de sí se deshace del dolor de ser humano”. Celebrar la desgracia ajena, aunque se lo “merezca”, no está bien.
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