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El factor Salaverry
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Los gestos de Daniel Salaverry sorprenden de un tiempo a esta parte. Desde la frase “puede gritar toda la semana si usted quiere” a Bartra, hasta apagar el micrófono de Mulder el último viernes. Pese al reclamo fujimorista de una poca cobertura al informe de Lava Jato —algo que no tiene evidencia en la realidad—, el país ha visto un debate con mucho para desgajar. Salaverry fue clave para ordenar un barullo parlamentario que, finalmente y por mayoría, aprobó la investigación de Bartra.
Las imputaciones a Toledo, Humala y PPK estaban cantadas; hay abundante documentación fiscal del dinero sucio de Odebrecht en sus bolsillos. El trabajo del grupo presidido por la fujimorista —que le costó al país unos cuatro millones de soles— tiene, sin embargo, un alcance estrictamente político. Es allí donde radica la crítica a la omisión de Alan García en la lista de ex presidentes acusados.
Si el fiscal José Domingo Pérez, igual, va a interrogarlo este 15 de noviembre por las coimas en el Metro de Lima, ¿por qué omitir su nombre en un informe que debiera ir a la par con la investigación del Ministerio Público? Tal cosa alienta el mote fujiaprista que algunos le han dado al texto de 1,446 páginas; pese a que no existe, hasta hoy, una delación brasileña que pueda juntar el acrónimo “AG” y la palabra “coima” en una sola oración.
Las conclusiones de Bartra quieren emparejar la cancha de los corruptos, en bien de la presidenta de su partido hoy en prisión. El keikismo busca las bases albertistas; aireando pancartas con la foto de Alberto y Keiko.
Así, el tránsito de Salaverry —en una delgada línea que divide a fujiapristas y todo lo demás— lo coloca por encima de los apremios de sus (aún) aliados políticos. Toca verlo ahora negociando la salida política al impasse Chávarry y al probable desbande en Fuerza Popular.
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