Parece existir una tendencia bastante perniciosa de los políticos en todo el mundo, indistintamente de su ideología, para presionar por un mayor gasto público. Lo vemos en todos lados, el Perú no es una excepción y mucho menos los EE.UU. donde el tema del excesivo endeudamiento ni se menciona en la campaña presidencial. Los altos déficits fiscales y los niveles elevados de deuda exigen una mayor prudencia fiscal, pero a las fuerzas políticas no les importa. Como indicó Julio Velarde hace unos días, en el Perú ni al gobierno ni al Congreso parece importarles la prudencia fiscal.
Hasta hace unos años, los organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI lideraban las propuestas para el desarrollo y su implementación. De allí el Consenso de Washington con sus políticas tildadas de “neo-liberales” que permitieron que muchos países crecieran más rápido y redujeran fuertemente la pobreza, incluyendo al Perú. Sus políticas, que incluían la apertura comercial, el equilibrio fiscal y la prudencia macroeconómica, fueron criticadas y descartadas sin razón, sin reemplazarlas por otras. El proteccionismo, el papá estado y las políticas industriales de antaño no son la solución.
Un reciente informe del FMI (WP/24/194) realizó un análisis exhaustivo de 65 países durante seis décadas mostrando que el discurso político sobre cuestiones fiscales se ha vuelto cada vez más favorable a un mayor gasto público. El apoyo a más gasto ha aumentado constantemente, indistintamente del color político, mientras que la retórica del equilibrio o mesura fiscal ha perdido el favor en todos los ámbitos en las últimas tres décadas, después de ser más popular en la década de 1980.
En el pasado los conservadores se definían por su énfasis en la prudencia fiscal y la idea de un Estado pequeño, mientras que los de izquierda se asociaban con más gasto y una mayor presencia del Estado en la economía. Hoy ya no existe esta dicotomía porque los partidos en todo el espectro ahora promueven gobiernos más grandes y prometen más gasto, sin importarles cómo financiarlo. Es cierto que el cambio climático, los costos en salud y pensiones para una población cada vez mayor; y la urgencia de dotar educación, servicios básicos e infraestructura en países con grandes necesidades implican mayores gastos públicos; pero estos no pueden financiarse con más deuda.
Los grandes déficits fiscales y los niveles elevados de deuda en muchas partes del mundo requieren una mayor prudencia fiscal, pero esto es difícil cuando a las fuerzas políticas parece no interesarles. Los académicos, los responsables políticos y la población en general necesitan reconocer este problema y buscar estrategias políticas viables para mantener la sostenibilidad fiscal en el centro del debate público, particularmente cuando se van deteriorando las finanzas públicas. El próximo informe Monitor Fiscal del FMI que se presentará en octubre, investigará la problemática general de la creciente deuda mundial y discutirá formas de abordar el problema. Esperemos las apliquen.