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Ganadores y perdedores de la política monetaria global
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Hace unos días el Gobierno emitió bonos por 4,000 millones de dólares a unas tasas bastante bajas, algunos de ellos a 101 años de plazo. Lo logró hacer por haber mantenido credibilidad en los mercados financieros, a pesar de la turbulencia política y el alto déficit fiscal, y por otro lado gracias a las políticas monetarias expansivas en el mundo que han inundado de liquidez a los mercados, reduciendo fuertemente las tasas de interés.
Estas políticas expansivas se iniciaron en el 2008 cuando estalló la crisis de los créditos hipotecarios subprime en EE.UU. que prácticamente afectó a los mercados financieros de todos los países. Hace un par de años los bancos centrales empezaron a subir las tasas tímidamente para volverlas a bajar abruptamente como resultado de la pandemia, además de volver a inyectar recursos a los mercados comprando distintos tipos de deuda pública y privada.
El resultado ha sido una fuerte disminución en el costo de fondos para los deudores y un incremento del valor de los activos financieros y de los bienes raíces que se vieron beneficiados por esa reducción de tasas de interés. En el caso de gobiernos sobre endeudados, esto les permitió incrementar su deuda porque reemplazaban deuda cara por barata sin afectar sus presupuestos. Las empresas y familias que pudieron refinanciar sus deudas también se beneficiaron.
¿Pero hubo perdedores? Sí que los hubo. No hay almuerzos gratis en economía. Perdieron los pequeños ahorristas que solo tienen acceso a inversiones de baja rentabilidad como depósitos bancarios o fondos mutuos, los afiliados a los fondos de pensiones que han enfrentado un incremento en el riesgo de sus inversiones para mantener sus rentabilidades, los trabajadores ya que el costo relativo del factor trabajo se incrementó en relación al costo del capital limitando nuevos empleos, y los bancos que han visto reducirse sus márgenes (que cayeron aún más luego de la pandemia).
No hay mucho que podamos hacer para revertir esta situación ya que la pandemia la ha complicado y la expectativa global es que las tasas se mantendrán bajas por un buen tiempo. Esto nos impide como país aumentarlas, para evitar poner en peligro la reactivación de nuestra economía que está en cuidados intensivos y una sobrevaluación del sol que afectaría nuestra competitividad en mercados internacionales. Mientras tanto se debe evitar políticas que desincentivan la inversión y la generación de empleo.
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