Producidos los cambios ministeriales, no sorprendió, por ejemplo, que el protegido de la presidenta Boluarte, Juan José Santiváñez, continuara al frente del Ministerio del Interior, pese al ‘cerrón’ de críticas sobre el desastre cotidiano que vive el país en materia de seguridad ciudadana.
Ni siquiera los audios de la vergüenza que se le atribuyen al ministro, y que él niega hasta ahora, hacían esperar, entre los entendidos, una remoción de parte de la mandataria, debido al untuoso besamanos público a que ambos se entregaron hace poco. Está claro que en este gobierno la eficiencia y la honestidad cotizan menos que la fidelidad perruna.
Por el contrario, si el ciudadano de a pie esperaba algo de una eventual renovación del gabinete, era justamente el cambio del responsable del Mininter, pues no es necesario ser muy zahorí para saber que el crimen organizado, tanto como la delincuencia callejera al menudeo, están devorando el país. Y ante este drama, la única respuesta presidencial ha sido hasta ahora un público abrazo a la incompetencia, que ya muchos ven como complicidad (y no nos estamos refiriendo solo al dueño del partido que, a la larga, llevó a Boluarte al sillón de Pizarro).
Causó extrañeza, en cambio, el relevo del canciller Javier González-Olaechea. Fuentes de este diario indican que ya le habían puesto la puntería desde la PCM y Palacio. ¿La razón? Celos políticos, exceso de protagonismo en el caso Venezuela y similares.
Y para peor inri, su reemplazante en Torre Tagle, Elmer Schialer, diplomático de carrera, se estrenó con una declaración que ha preocupado respecto de la postura oficial con el dictador Nicolás Maduro y las fraudulentas elecciones que montó para reelegirse, “por las buenas o por las malas”, como ya lo había advertido.
Schialer ha dicho a los medios ayer que “los problemas de Venezuela deben ser resueltos por los venezolanos”. ¿Qué significa esto? ¿Que Perú asumirá una posición neutral? ¿Cabe ser neutral frente a la brutalidad con la que Maduro persigue, encarcela y avasalla a los opositores?
En general, las movidas ministeriales han sido cosméticas, más para dar la imagen de que el gobierno se renueva que para imprimirle una nueva tónica al manejo del país. Sin embargo, lo de la Cancillería sí representa un giro significativo y preocupante.
Hay motivos de sobra –alrededor de dos millones, para empezar– para que el destino de las elecciones en Venezuela sea importante, no solo en la región, sino en nuestro propio territorio.