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Cargos y descargos
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Dime cómo te defiendes y te diré qué hiciste. Es la idea que me da vueltas en la cabeza luego de leer los descargos de las decenas de personas denunciadas a través de redes sociales, en el Perú y el mundo, por violencia sexual, física y psicológica; en lo que debe ser la más grande oleada de catarsis testimonial pública ante la violencia de género en la historia.
Y de esas justificaciones he podido encontrar un patrón que nos permite tener indicios más claros de la calidad de agresor/a de los denunciados. Quien al tratar de defenderse de un señalamiento de violencia responde atacando a nivel personal a su presunta víctima, con calificativos como: inestable emocional, depresiva, sacavueltera, fiestera, infiel, mala profesional, fracasada o cualquier adjetivo que relativice sus capacidades físicas, intelectuales o emocionales, y no vaya a esclarecer el tema de fondo, es, señoras y señores, un agresor. Tal vez nunca se llegue a probar –por fallas del sistema judicial o paso del tiempo– la agresión inicial, pero esos larguísimos, condescendientes y muchas veces bien escritos descargos son también un acto de violencia.
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