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Inmunidad de rebaño, revolcón y vacunas
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En octubre escribí un artículo en el que me preguntaba si Dios era peruano, ya que en esos días empezamos a experimentar una caída en los contagios y fallecidos por COVID que disminuyó la presión sobre el sistema de salud y liberó las UCI en distintos hospitales a nivel nacional, sin que el Gobierno haya mejorado su estrategia de control de contagios.
Algunos mencionaron que nos estábamos acercando a la inmunidad de rebaño, hipótesis que en ese momento puse en duda. Opinaban que el alto número de contagiados limitaba la tasa de reproducción del virus y no tendríamos segunda ola. Asumían que casi la totalidad del exceso de fallecidos ocurrió por COVID-19 y que la tasa de letalidad era de 0.5%, concluyendo que alrededor de la mitad de la población del Perú podría haberse contagiado, lo que obviamente no se validó. Habríamos sido el primer país en el mundo en alcanzar inmunidad de rebaño.
Parece que Dios no era peruano, ya que ahora nos está revolcando la segunda ola. Esta nos agarró nuevamente desprevenidos ya que bajamos la guardia cuando los contagios empezaron a disminuir, relajamos el fortalecimiento del sector salud y redujimos el número de pruebas. Ahora con una variante más contagiosa, y cerca de un nuevo desborde del sector salud, ya volvieron las discrepancias entre el Minsa y el MEF sobre el manejo de la pandemia. Esperemos que esta vez evitemos una nueva cuarentena total o restricciones muy drásticas a la actividad económica, que el país no aguantaría.
Es evidente que para salir de esta crisis debemos implementar un programa masivo de vacunación, que empieza por tener vacunas. Compramos vacunas chinas y supuestamente estamos negociando adquirir otras, pero hasta ahora no ha llegado ninguna, mientras que ya hay países que están vacunando masivamente, incluyendo algunos vecinos. Si aceleramos la vacunación, evitaríamos restringir la actividad económica y nuestra circulación.
La adquisición de vacunas y la forma en que se distribuirán siguen en un secretismo absoluto, sin tener claridad sobre el tipo y número de vacunas que tendremos, sus costos o las fechas de llegada. Por otro lado, el Gobierno sigue renuente a aceptar la participación privada, más allá de pequeños apoyos. Un país con las deficiencias de gestión pública que tenemos no se puede dar el lujo de desestimar la ayuda privada. Hasta México, con un gobierno de izquierda ha aceptado la colaboración privada. La vacunación debe ser la primera prioridad del Gobierno, pero no parece serlo.
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