Interpelación por las puras

La interpelación al ministro de Justicia aprobada por el Congreso es un burdo manotazo de ahogado para tratar de tumbarse el acuerdo de colaboración con Odebrecht o dilatar su aplicación fustigando al Poder Judicial en cuyas manos está la observancia de su legalidad. La mayoría parlamentaria no solo está tratando de presionar a otro poder del Estado, sino que subestima el intelecto de los ciudadanos que sabemos que las negociaciones con la constructora brasileña deben estar ajustadas a una ley aprobada por el propio Legislativo. Sugerir que la norma podría ser derogada es –a estas alturas– el colmo del delirio.

Penoso, por otro lado, resulta escuchar a una ex procuradora que en su momento se hizo conocida por defender la independencia de su trabajo denunciando presiones del ministro del sector, acusando al actual titular de la cartera, Vicente Zeballos, de respetar, precisamente, la autonomía de la Procuraduría ad hoc. Tremenda incoherencia. Y habrá que agradecer al cielo que Odebrecht no es chilena.

En una negociación de a dos, ambas partes ganan, pero también ambas ceden. Y claro que a los peruanos nos hubiese complacido mucho ver a Jorge Barata y compañía en Piedras Gordas, y que la constructora pagara una reparación civil equivalente a varios lustros de nuestro PBI, tanto que alcanzara para erradicar la anemia infantil en todo el territorio nacional. Pero en este caso, esa opción sencillamente no existe.

No dejemos de subrayar la “casualidad” entre la aprobación de la interpelación con el anuncio de que OAS ha decidido seguir los pasos de Odebrecht, con las implicancias políticas que eso conlleva. ¡Agárrate, Catalina!

Con elegancia, el presidente del Consejo de Ministros ha dicho que la interpelación servirá para aclarar dudas. Pero, acaso, ¿el Congreso tiene alguna?