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El problema principal
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Encuestas en varios países muestran que la pandemia se ha vuelto la mayor preocupación de la gente. No pasa lo mismo en el Perú. IPSOS recoge que la corrupción está primero (56%). Algunos hechos recientes ilustran el resultado.
Desaparece sin rastro de la DIRINCRI el material inmovilizado vinculado a presuntas compras corruptas de la policía. Nadie da razón. Ese día las cámaras de seguridad no funcionaban. Desaparece también el suboficial Romel Vásquez que acusó a su comando en La Libertad. Se informa que está escondido en otra localidad y que, ante las amenazas, pide garantías para su familia. El ministro califica esto como “abandono de destino”, una falta disciplinaria. En paralelo, el fiscal Abia informa de fuertes trabas en las investigaciones a los altos mandos policiales. Reminiscencias de una película de mafia.
El reparto de las canastas de alimentos es otro medidor. El gobierno transfirió recursos a 1,874 municipalidades para que sus vecinos más vulnerables no mueran de hambre. Diversos reportes de Contraloría, Defensoría y MEF dan cuenta de lo mismo: falta de trasparencia y ejecución insatisfactoria. La prensa entra en el detalle de sobreprecios, cambiazos y apropiaciones. La encuesta del IEP remata: los alcaldes distritales tienen una desaprobación de 66% en D/E. Se nos dijo en el 2015, contra evidencia de investigaciones (Ferraz y Finan), que prohibir la reelección de gobernadores y alcaldes solucionaría la corrupción. Pero la demagogia no remedia problemas complejos.
Atacar los factores que producen corrupción supone proteger y premiar a los denunciantes, dar transparencia, aumentar controles, combatir la impunidad, fortalecer a los órganos del sistema de justicia, etc. Con el problema identificado, deberíamos apostar por verdaderas soluciones.
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