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Jugo de naranja
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La economía naranja es de vital importancia para el desarrollo cultural, social y económico del Perú. Ojo, para quienes no estén familiarizados con este término, por naranja no hago referencia a cierto partido político.
En un libro editado por el Banco Interamericano de Desarrollo, escrito por Felipe Buitrago e Iván Duque, se describe la economía naranja como “el conjunto de actividades que de modo encadenado permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad”.
La relación entre economía y cultura no siempre ha sido reconocida por los economistas, pero es, de hecho, una relación muy estrecha. En una simpática analogía de Buitrago y Duque, se presenta la relación como las dos caras de una misma moneda. Mucha gente no es consciente de su conexión porque solo ve una de las caras a la vez, a pesar de lo estrechas que son. Justamente gracias a ambas caras es que se crea esa moneda.
En Latinoamérica se están haciendo cada vez mayores esfuerzos por medir el aporte de la cultura a la economía, y en general gestionar la información y conocimiento del sector de una manera sistematizada para que sean herramientas de política pública. Países como Argentina (sinca), Colombia (sinic), y Brasil (sniic) ya manejan sistemas de información cultural.
El Perú también está comprometido con la economía naranja. La publicación de la Política Nacional de Cultura, que tiene como objetivo central garantizar las condiciones para el ejercicio pleno de los derechos culturales de los ciudadanos y ciudadanas, marca la cancha para los siguientes pasos: transformar Infocultura en un sistema de información cultural completo y priorizar la investigación e innovación en el Ministerio de Cultura.
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