La desubicada declaración del ministro de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), Ángel Manero, de que en el Perú no se pasa hambre, sigue resonando como una burla cruel, en especial para quienes en estos momentos pasan serias necesidades económicas.
En una encuesta de Ipsos para Perú21, se reveló que el 42% de los peruanos en algunas ocasiones, en el último mes, no han podido comer por falta de dinero. En el área rural la cifra se eleva incluso al 51%.
Otro indicador del hambre, y que termina afectando a nuestros niños y al futuro del país, es la desnutrición. Según el último reporte del INEI, en el primer semestre de este año la desnutrición crónica en niños menores de 5 años aumentó a 12.2%, por lo que supera en 0.7 puntos porcentuales lo registrado en el mismo periodo de 2023.
Por otro lado, las condiciones económicas están logrando que la malnutrición se expanda en el país. La proteína animal o vegetal —esencial para la salud— no se consume más de cuatro días a la semana entre los peruanos.
Como ha dicho el extitular del Midagri y columnista de Perú21, Juan Manuel Benites, se trata de un reflejo de la pobreza —que en 2023 afectó al 29% de las personas— y de una economía “paupérrima” que no permite un mayor crecimiento ni atrae inversiones. Por necesidad, sostuvo, ha habido cambios en los hábitos de consumo, pues las personas han tenido que cambiar las proteínas por harina, fideos y arroz, los que, aunque llenan el estómago, no necesariamente alimentan.
Este es el más descarnado retrato que se puede obtener de la situación por la que actualmente atraviesa el Perú. Si un ministro se atreve a soltar semejante barbaridad y sigue tan campante en su puesto, entonces no es difícil explicarse que la presidenta de la República se eche un abrazo público con otro ministro que es investigado por delitos graves.
Es como si en el Gobierno las prioridades estuvieran invertidas. En lugar de enfrentar los temas de fondo, a saber, la violencia delictiva, la pobreza, la malnutrición endémica, la presidenta y su entorno se limitan a cobrarse revanchas de quienes los investigaron o a llenar las plazas de discursos huecos y ofrecimientos improvisados mientras se multiplican las denuncias de corrupción en el poder.
Quizás no le falte razón a la ministra de Vivienda al pedirles a los peruanos que recen para que las autoridades del Estado dejen de robar, porque cualquiera diría que, a estas alturas, los problemas del país solo los puede arreglar una fuerza sobrenatural.
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