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La última milla
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Como señala el profesor David Porter en una carta dirigida al Financial Times, antes de cruzar el Rubicón en 49 a.C, César tuvo que idear un plan para contener la crisis económica que devendría en los días posteriores al comienzo de la guerra civil.
Estallado el conflicto, acreedores y prestamistas comenzaron a exigir el pago del dinero que habían prestado. Muchos deudores, inhabilitados de cumplir o asustados ante la posibilidad de quedarse sin medios para sobrevivir la crisis que se avecinaba, se negaron a cumplir con sus compromisos mientras que otros se esfumaron por completo.
Cesar, siendo previsorio de que aquella situación podría causar grandes estragos en el tejido económico del pronto a ser imperio, acuñó ingentes cantidades de plata y oro antes de invadir Roma, decretó que se aceptara propiedad a precios previos a la guerra en vez de dinero como forma de pago y una vez confiscado el tesoro público se aseguró de introducirlo en la economía, reactivando así el sistema circulatorio de la misma.
Esta pequeña anécdota refleja de manera muy precisa la situación de la economía peruana y la del mundo en estos momentos, en la que un virus se ha encargado de paralizar casi por completo los medios de existencia de millones de personas.
Cash is King, dice el proverbio americano, el rey es el dinero. Nuestra economía se ha secado, su sangre, la plata y el crédito, han dejado de fluir; pequeños empresarios son incapaces de pagar sus deudas por falta de clientes que les dotan de ingresos, grandes corporaciones han desistido en adquirir material o servicios a empresas más pequeñas, obligando a las mas vulnerables a despedir a trabajadores, lo que se traduce en miles de familia sin un proveedor. Un ciclo vicioso por donde se vea.
La cruda realidad es la siguiente: la cuarentena no se ha impuesto para erradicar el Covid-19, solo para ganar tiempo, días, a lo mejor semanas muy valiosas con las que apertrechar nuestros hospitales de camas, medicamentos, recursos y personal suficiente para resistir los embates de este enemigo microscópico en los meses venideros.
Tampoco sabemos si después de esta ola, le seguirá otra de mayor o menor intensidad y si aquello derivará en otra cuarentena y por consecuente en otra evaporación de la liquidez. No podemos predecir el futuro, tampoco hacer proyecciones, tenemos que hacer lo mejor con lo que tenemos y punto.
La buena noticia es que sabemos exactamente qué tenemos que hacer ahora y cómo hacerlo y, gracias a un prudente manejo de las políticas macroeconómicas en los últimos 30 años, contamos con suficientes recursos para hilvanar políticas monetarias y fiscales inauditas en la historia de nuestro país.
El MEF y el BCRP se han embarcado en los que Agustín Carstens, el banquero de los banqueros, ha definido como “la última milla”; la maridación de una política monetaria laxa y políticas fiscales agresivas funcionando al unísono.
Al reducir la tasa de interés a 1.25%, el Banco Central ha abierto la esclusa para que “fluya”, por así decirlo, el dinero hacia grandes instituciones como a bancos y cajas de ahorro. En situaciones normales esto provocaría un efecto cascada hasta llegar a las PYMES y familias, ya que las condiciones de crédito han mejorado.
El problema es que esta vez nadie quiere prestar dinero, porque en estos momentos tener liquidez es primordial, ya sea para comprar comida o para hacer frente a pagos urgentes. Es por la incertidumbre y la urgencia de tener liquidez por la que, por si sola, la política monetaria es insuficiente; la espita no gira y por lo tanto el crédito no chorrea hacia la economía.
Esto se arregló cuando el MEF garantizó los créditos por 30,000 millones de soles que el BCRP otorgará vía bancos a poco más de 350,000 pequeños y medianos empresarios. En esta oportunidad, los bancos no son el problema sino la solución. Deben poner de su parte.
Restaurar la cadena de pagos, abotargar el sistema con liquidez y mantener las venas de nuestra economía corriendo son metas dirigidas solo a mantenernos con vida en este periodo de congelamiento. Tuvimos un paro cardiaco, nos han revivido y ahora están asegurando que siga circulando la sangre. Como Roma antes de nosotros, tenemos a un César.
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