La ya menguada reputación del peronista expresidente argentino Alberto Fernández, un inútil de campeonato que terminó de deshacer la economía de su país, ha bajado hasta el subsuelo con estas recientes revelaciones de que no solo le pegaba a su exesposa, sino que desvergonzadamente utilizaba las instalaciones de la Casa Rosada (sede del Ejecutivo) para tener sexo con conocidas integrantes de la farándula local (incluso se le atribuyen propiedades acrobáticas al exmandatario, pues habría utilizado al estrecho ascensor que conecta al despacho presidencial como ring sexual).
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Es tragicómico que quien tan demagógicamente creó el felizmente ya desmantelado Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad haya resultado un pegalón y un mujeriego en serie. Así son siempre de hipócritas estos izquierdistas demagogos, que suelen presentarse como los abanderados de la moralidad y la modernidad y no resultan en realidad más que una mezcla patética de viejo verde otoñal con Neanderthal abusador.
Otro espécimen de este género de falsos valores progresistas que al final terminan siendo simplemente basura es Eliane Karp, esa demencial y soez ladrona refugiada ahora en Israel que se vendió inicialmente en Perú como una muy capaz mujer feminista e indigenista y que resultó la cómplice principal de las cutras de su marido, usando incluso a su pobre madre como coartada para sus tropelías.
Espero que Israel la entregue y termine sus días en el penal chorrillano de Santa Mónica en lugar del lujoso balneario-suburbio de Tel Aviv en donde disfruta de los muchos millones a sus casi 71 años, sin tener que aguantar además al cocainómano y dipsómano de Toledo.
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Allí en Santa Mónica podría eventualmente reunirse y jugar a las cartas con Nadine Heredia y Susana Villarán, otros dos falsos valores femeninos de su misma laya que también se vendieron como las santas pomadas y terminaron siendo también un par de coimeras a pesar de sus discursetes impregnados de moralina caviar.