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Lima en vitrina
Los desafíos ahora, además de los deportivos, serán otros. La galopante inseguridad ciudadana que azota la capital y el peligroso desastre en que se ha convertido el transporte masivo.
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La elección de Lima como sede de los Juegos Panamericanos 2027 es, sin duda, una buena noticia para el país. Perú ya demostró en los juegos de 2019 que aun con el tiempo en contra y otros obstáculos se pudo sacar adelante la organización.
En ese entonces el éxito de la organización del evento, impecable en la forma y en el fondo, se debió básicamente a un profesional como Carlos Neuhaus, que tuvo que levantar infraestructuras que no existían en el país para poder cumplir con las distintas disciplinas y competencias deportivas.
“Ahora las sedes están listas. No hay que construir ningún estadio nuevo. Fue el reto más importante que tuvimos en 2019", señaló ayer a Perú21 Neuhaus desde Miami, desde donde compartió la alegría de volver a albergar este evento internacional.
Los desafíos ahora, además de los deportivos, serán otros. La galopante inseguridad ciudadana que azota la capital y el peligroso desastre en que se ha convertido el transporte masivo.
La presidenta Dina Boluarte –que no tardó mucho en salir a celebrar este logro, ahora que anda algo caída de aplauso público– anunció que Lima 2027 “generará miles de puestos trabajo directos e indirectos”, así como “significará una inyección de inversión en el país por el turismo”. Asegurando muy oronda que “el Perú garantiza el éxito y la seguridad de este evento”.
El problema es que, más allá de la frase, hay toda una realidad por superar, pues si desde hoy el Gobierno no se pone las pilas para reducir la criminalidad, tampoco lo hará en la víspera. Prácticamente, no se está haciendo nada importante o eficaz para contener la ola criminal que asola el país, y eso puede terminar complicando el evento.
Y digamos que “no hacer nada” incluye, por ejemplo, mantener en el cargo a un ministro que hasta hoy no tiene un solo resultado positivo o alentador en el terreno de la seguridad ciudadana.
Se habló también del nuevo aeropuerto internacional, pero no se dice que las vías de acceso al terminal son pésimas. Es más, el puente Santa Rosa, que conecta al aeropuerto recién estará listo en 2027, si es que las paralizaciones (y sus consabidas adendas) no lo retrasan.
Festejemos, sí, pero a la vez planifiquemos ya-ya las obras que se requerirán para recibir al turismo. Y que, para empezar, Lima vuelva a ser una ciudad segura.
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