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Litio
“La palabra ‘litio’, muy usada en los ochenta para descalificar al presidente de turno, contiene un problema que rara vez se toma en serio”.
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Los últimos acontecimientos son suicidas para todos. Si el acto fue cobarde, entonces nos ha hecho cobardes. Si fue violento, nos ha violentado. Y si fue un acto de orgullo excesivo, o de ego excesivo, pues eso también nos aflora a todos, sobre todo públicamente. Este es un asunto que, lo que tiene de privado y familiar, lo tiene de público, político, económico, histórico, geográfico. Un hecho actual, en Perú, visto y difundido como la reacción de un ex presidente a la investigación sobre el más grande desfalco de Sudamérica, que involucra también a Brasil y a un volcán activo de empresas privadas, estatales y transnacionales. Una bomba de tiempo. Una locura entre tantas.
Muchos hemos reflexionado sobre el dinero, el poder, el ego. Defectos tan humanos y tan cotidianos, tan de todos los seres humanos. Pero, ávidos como estamos de matar y rematar, olvidamos que durante años hemos bromeado sobre los problemas de salud mental de nuestro ex presidente en particular y del país en general.
Los excesos de Alan García se han asociado siempre a una supuesta falta de litio, pero la palabra ‘litio’, muy usada en los ochenta para descalificar al presidente de turno, contiene un problema que rara vez se toma en serio, pues es más ‘cool’ burlarnos que alarmarnos. Me lo dijo un psiquiatra alguna vez: la falta de litio es un problema muy común en el Perú y puede tratarse, pero desde que se volvió un arma de desprestigio contra Alan García, es muy difícil que el asunto se asuma con madurez, y mucha gente prefiere no medicarse antes de aceptar algo tan simple como la falta de un elemento químico que ayudaría a regular y prevenir trastornos maniacos depresivos. Una lástima pero sobre todo un enorme problema.
Según cifras del Instituto Nacional de Salud Mental, cada 22 minutos una persona en Lima intenta quitarse la vida y cada año dos mil personas atentan contra su vida en el Perú. Según la Defensoría del Pueblo, el 80% de personas que urgen de atención mental está sin tratamiento. El problema es grave y solo nos queda reconocerlo. Pero mejor es burlarnos, porque nos falta lealtad. Entiendo lealtad como el deber de ser, estar y trabajar para quienes amamos, para quienes respetamos, para nuestro entorno, país. Y definitivamente esto no se logra robando, pero tampoco haciendo leña del árbol caído.
No creo que tengamos derecho a sentenciar sobre algo que no hemos vivido y, si estás leyendo esto, es porque sigues vivo. El ex presidente ya no.
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