Me hubiera gustado que la historia del Perú que nos enseñaron en la universidad, y la que también descubrí por mi afición de bibliófilo, fuera parte de la currícula escolar para tener un mejor entendimiento del origen de nuestra República fallida.
Esta inferencia la hago en un momento de reflexión en un feriado medio raro, porque justamente acabamos de pasar Fiestas Patrias y ya tuvimos suficientes días de descanso y sobre todo entusiasmo por un aniversario más de nuestra patria, que siempre nos infla el pecho de emoción patriótica.
El 6 de agosto conmemoramos justamente 200 años de la Batalla de Junín, hito histórico determinante para la consolidación de nuestra independencia, que se confirmó con la Batalla de Ayacucho y puso fin a casi 300 años de sometimiento al yugo español y evidentemente dio origen a nuestra actual República. Al parecer, hasta la naturaleza se molesta y por eso ayer el temporal se tumbó los palcos desde donde Dina Boluarte iba a presidir el homenaje.
Más que la historia contada de una batalla a punta de sables y caballerías sin ningún disparo, significó finalmente una estocada casi final al poder que estaba recuperando el virrey La Serna, quien curiosamente se había internado en la sierra, en el sur andino, y desde el Cusco organizaba un ejército que puso en jaque a Bolívar, al extremo de hacerlo huir de Lima poniendo en riesgo la epopeya libertadora.
Es importante resaltar que nuestro Perú estaba en realidad dividido, no era una campaña libertadora per se. En realidad era una lucha fratricida entre criollos y mestizos que buscaban intereses particulares, desde la posición realista, que evocaba a la alicaída monarquía vilipendiada por Napoleón, hasta las posiciones liberales gestadas en las Cortes de Cádiz; y por el lado emancipador estaban los que apostaban por la República, pero todavía se tenía un grueso sector que era monarquista, en realidad añoraban una monarquía constitucional.
Ese fue el escenario del nacimiento de nuestra República, entre luchas internas, sin un objetivo común ni la expectativa unida de formar una nueva nación libre e independiente; será por eso que hasta el día de hoy es tan difícil ponernos de acuerdo y buscar consensos por el bien de la patria.
Los anales de la historia nos dicen que estas batallas fueron entre padres, hijos, hermanos ubicados en diferentes bandos, es decir, peleábamos a muerte entre nosotros y además, paradójicamente, las fuerzas realistas se nutrieron de los hombres del ande que apoyaban la causa española.
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