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Los libros imposibles
“Es la historia de un tierno y dulce panetón Tottus, que, al verse involuntariamente inmerso en una contienda electoral, la asume como un aprendizaje”.
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Para empezar, no los busque en la feria: no existen. Pero si lo encuentra, por favor avise inmediatamente a las autoridades.
Caso Cocteles: mi verdad
(Editorial Dosmás, 320 págs.)
Aprovechando oportunamente la nomenclatura informal de un caso judicial en el cual no tiene nada que ver, el expresidente Alejandro Toledo presenta un libro de memorias que logra el agridulce resultado de ser dramático a la vez que divertido. La crudeza radica en la intimidad en la que incurre para mostrar un ánimo próximo a la desesperación y la indignidad: revela la fibra moral de un caracol. Lo ameno es que esta caída libre recorre el exuberante anecdotario etílico que el expresidente cultivó durante su ejercicio en el poder, picaresca sazonada con aventuras en las barras y restaurantes más conocidos de Lima que harán las delicias de la ciudadanía más allá de todo color político. Destacan capítulos hilarantes tales como “Noche de gloria en la Gloria”, y el atrevido “Cruje, ¡catre del Melody!”, en el que, en un relato sucio que deja a Bukowski como representante de Disney, se toma el pelo a sí mismo como concupiscente presidente borrachín, prejuicio que confirma documentalmente con fotos explícitas que bajo ninguna consideración deben ser vistas durante la ingesta de alimentos.
Esta obra alcanza sus más altas cúspides en la sobriedad, cuando muta hacia el reproche sentimental resacoso. Este va dirigido a alguien por quien el autor profesa hondo rencor, aunque nunca menciona por nombre propio. Según especulaciones y teniendo en cuenta el título - “Como dice Yaipén, ojalá que te mueras”-, se presume que está dirigido a su esposa, la ahora lejana señora Karp. Lectura imprescindible para conocer al detalle las fortalezas y debilidades de la política peruana contemporánea.
Llamen a mi mamá
(Editorial Umbilicus, 126 págs.)
Un jugador histórico de la selección de fútbol que nunca revela su nombre emprende un fascinante relato psicológico en primera persona. Marca su enfoque psicoanalítico desde el inicio, cuando la imagen de una generosa teta materna abarca todo el horizonte de un bebé narrador. Esta esfericidad delimita el universo bajo el cual se desarrolla un relato claustrofóbico, aunque siempre de profundo sentir filial. La redondez de la fuente de alimento materna establece que la vida del narrador, a la sazón futbolista, estará signada por perseguir eternamente esa figura esférica, luego trasladada a un balón de fútbol. Es como si Freud fuera Scaloni.
Esta obsesión bloquea cualquier posibilidad de adultez. Dicha tara explica la tendencia al infantilismo que el protagonista de la historia prodiga durante toda su carrera, la misma que, al ser imposible, se extiende innecesariamente. Es una confesión valiente de dependencia emocional; sin embargo, resultan prescindibles las últimas 50 páginas en las que se dedica a revisar la lista de sus compromisos sentimentales, agregando bajo cada nombre la opinión que su mamá tenía de ellas. Salvo para efectos de una consulta privada, no se explica el propósito literario de esta información.
Inflúyeme esta
(Editorial Tempus Fugi, 286 págs.)
En los mentideros literarios corre el rumor de que este libro, ensayo rabioso y vitriólico en contra de los influencers, se trata de una obra póstuma del intelectual Marco Aurelio Denegri. Este, dueño de amplísima cultura y afilada lengua que no perdonaba medianías, detestaba cordialmente la superficialidad descartable que asfixia nuestra sociedad. Por el calibre con el que el autor tritura la figura del influencer, esta especulación podría ser cierta. Una frase en la página 34: “El apéndice, todos tenemos uno, es un pequeño tubo muscular al término del intestino grueso. No se le conoce función ni utilidad. Es decir, ni para gestionar excrementos sirve. Para que se hagan una idea de la gravedad de lo que estamos hablando, hasta un apéndice es más importante que un influencer”.
El tiro de gracia de esta demolición radica en su capítulo final, intitulado “¿Para qué sirve Mark Vito?” (en realidad se trata de una larga lista alfabética al estilo “¿Para qué sirve Mario Hart?”, etc.). En él, luego de recorrer la historia del pensamiento humano desde Platón hasta Zizek, el autor concluye que el influencer no es ni pensamiento ni humano, comparándolo con una ameba con acceso a un plan de datos. Hay que respetar los pareceres intelectuales, pero es cierto también que hasta las ciencias humanas deben tener un límite ético. Mark es un ser humano.
El panetón que llegó a Palacio
(Editorial WTF, 130 págs.)
Es notable el auge que vive en estos días la literatura infantil. Habla bien de los nuevos lectores en formación, y de quienes piensan en ellos creando historias acordes a esta primera lectura. Es el caso de esta obra, acaso la revelación de la feria, que es entrañable y premonitoria a la vez. Es la historia de perseverancia y esfuerzo de un tierno y dulce panetón Tottus, que, al verse involuntariamente inmerso en una peliaguda contienda electoral, asume la misma como una ruta de aprendizaje en las virtudes y valores propios de los panetones de bien.
Es edificante cómo este dulce navideño, una vez que humildemente acepta que su contrincante no tiene ninguna posibilidad de triunfo ante su bonhomía y pasas confitadas, se esmera por convertirse en la mejor versión posible del panetón que podría ser. La tarea no es poca; supone ser el panetón que regirá los destinos de la patria.
Inspiradora historia de superación para todos esos pequeños peruanos que algún día se cruzarán frente a frente con un panetón en sus vidas.
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