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Luis Davelouis: Saga, ay saga
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Entre las primeras cosas que hice al mudarme (hace tres meses) estuvo comprar refrigeradora y cocina (al crédito joven, esta mona no está para sedas) y, contra las advertencias y consejos de mi madre (¡anda a Hiraoka!), fui a Saga. "Como salen de diferentes almacenes, le llevamos la refrigeradora el viernes y la cocina el sábado". El reparto tiene un costo adicional de unos 40 soles que, por lo pagado, podría estar incluido.
Yo debería estar encerrado los dos días esperándolas porque no tengo empleada y el camión de reparto puede llegar a cualquier hora entre 8 a.m. y 8 p.m. (y si no estás, fuiste). Por eso me sorprendió que el jueves por la tarde el portero me dijera que la caja inmensa que bloqueaba la mitad del pasadizo del primer piso era mi cocina. Vivo en un cuarto piso y no hay ascensor.
Felizmente, ese mismo día llegaba mi cama y por 40 soles el señor del camioncito y su ayudante se ofrecieron a subir la cocina e instalarla. Pero la cocina era 1 cm muy ancha: había que devolverla. Un técnico debía venir a embalarla y otro a recogerla. Se demoraron semana y media.
La cocina que sí cabía costaba la mitad, pero no me devolvieron la diferencia, sino que me la entregaron en una tarjeta para uso exclusivo en sus tiendas. Por otros 40 soles me dijeron "se la llevamos el sábado entre 8 a.m. y 8 p.m.". No sé en qué momento llegaron, pero, cuando a las 11 bajé para ir a la tienda de la esquina, el portero me contó que vinieron y con las mismas se fueron. Esto se repetiría el siguiente fin de semana.
Hace dos semanas: "Señor, verifico que su cocina ha salido a ruta dos veces, así que tiene que recogerla". Ni siquiera me ofrecieron la opción de cobrarme otros 40 soles. Así que aquí estoy, buscando una correa y un camión.
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