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La informalidad mata
Con cada nuevo gobernante que accede a Palacio, llega el pedido de facultades para legislar y recaudar más impuestos.
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La temprana y lamentable muerte de Luis Miranda, destacado periodista de televisión y prensa escrita, ha puesto sobre el tapete nuevamente, de manera dramática, el tema de la informalidad en el país.
Un mal que antes de la pandemia ya afectaba a más del 60% en el sector turismo, según la OIT. De acuerdo con la información oficial, Miranda partió rumbo a las islas Palomino en una embarcación informal, sin permiso de zarpe, sin chaleco salvavidas, entre otras irregularidades.
Más allá de la cadena de responsabilidades, esta tragedia –que acabó con la vida de uno de los mejores cronistas del país– es también una buena ocasión para preguntarnos qué están haciendo nuestras autoridades por enfrentar la informalidad en todos los ámbitos de la economía peruana. Una informalidad que, a decir de los especialistas, lejos de disminuir con el paso de los años, no deja de aumentar.
Con cada nuevo gobernante que accede a Palacio, llega el pedido de facultades para legislar y recaudar más impuestos. Pero no para luchar contra este flagelo que se traduce, por ejemplo, en una informalidad brutal en el transporte urbano que causa cientos de pérdidas de vidas anuales.
Una informalidad rayana ya con la abierta delincuencia, pues además de ni siquiera hacerse cargo de esas pérdidas humanas en las pistas, reincide una y otra vez con total impunidad. Incluso con el aval del Congreso, donde las empresas informales, o simplemente ilegales, cuentan con lobistas bien remunerados que se dedican a defender sus intereses. O aliándose con sectores del propio Gobierno, como ocurrió con la administración de Pedro Castillo.
Y ese es solo un caso, otro es el de la minería, donde también se pierden vidas humanas además del daño a la naturaleza y al ecosistema en general, porque no se trata solamente de negocios que evaden impuestos. Son en verdad modalidades de criminalidad, pues no hay normas de seguridad que estos señores respeten en sus operaciones ilegales, donde la vida no vale nada y el Estado apenas asoma.
El empleo informal en el Perú alcanza a más del 70% de la masa laboral, casi no hay rubro económico que se libre de la modalidad. Antes de que se siga cobrando víctimas, es hora pues de replantearse las estrategias y comenzar a enfrentar en serio este pesado y viejo lastre nacional.
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